Periodista y Director de Página 19.
Nadie sabe a ciencia cierta qué le pasa por la cabeza al Presidente Sebastián Piñera Echeñique. Un día él y su corte palaciega fustiga con duros términos a la oposición y a la mañana siguiente les pide que colaboren con las reformas que tiene diseñadas.
En este juego que te doy con el garrote ahora, pero después te ofrezco zanahoria, el mandatario políticamente hablando zigzaguea sin contar con un relato y estrategia coherente. Sus llamados a la unidad de todos los chilenos (nunca contempla el género femenino tanto en sus discursos como en sus cuestionadas improvisaciones) más parece de cartón que de un estadista que ya tiene algo de recorrido durante su primer mandato.
Se sabe o debería saberse que la administración Piñera 2 gobierna con los militantes de la Unión Demócrata Independiente, UDI, del segundo piso. Ellos fueron los que diseñaron la estrategia venezolana, incluido el penoso y cuestionado viaje a Cúcuta. Mal que mal, ya les había dado buenos réditos en la campaña presidencial bajo el concepto de “Chilezuela” que causó pavor no en pocas personas. La suma de todos los miedos fue construida por sus asesores intelectuales, no así por el discreto e inexperto Canciller, Roberto Ampuero Espinoza, que se vio enfrentado a la idea del núcleo chico de Piñera para dar vida a Prosur.
Una entidad que reemplazaría a Unasur y donde el Presidente tendría un rol estelar para posesionarlo como un protagonista influyente en materia de relaciones exteriores. Por eso, en la inauguración de la nueva organización, Piñera mostró su verdadero rostro, fijando su posición de que los socialismos del siglo XXI estaban demodé y que las democracias, presentes en la región, eran las únicas validadas porque escapaban a cualquier burocracia y signo ideológico. Allí reunidos con los demás presidente empresarios, Piñera leyó su discurso y sus asesores descansaron porque, felizmente, no se le ocurrió improvisar.
En materia legislativa, el mandatario se autoimpuso una tarea delicada. Sacar adelante las contra reformas que vienen a “aliviar” lo mal hecho que se hizo bajo el gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet Jeria. Se trata de una labor ambiciosa teniendo presente que no cuenta con una mayoría en el Congreso Nacional. Aunque hay que señalar, que el pirquineo de votos del ala más conservadora de la Democracia Cristiana y el Partido Radical le dio un cierto respiro durante el año 2018. En estricto rigor, la sequía legislativa de proyectos de ley, el año pasado, dejó a la administración Piñera con nota roja.
A lo anterior, hay que sumar a la joven promesa de Evópoli, el Ministro de la Secretaría General de la Presidencia, Gonzalo Blumel, quien a todas luces carece de roce parlamentario. Solo hay que leer la victimización que ha hecho a través de los medios de comunicación oficialistas y empresariales que, si bien han intentado todo para darle una mano, al fin de cuentas no ha pasado mucho con el secretario de Estado.
A pesar de todo ello, vemos al Presidente de la República inaugurando todo lo posible que haya que inaugurar. El estilo Joaquín Lavín es la copia más burda de la actual administración que no tiene rumbo ni razón de ser.
