Profesor de Filosofía y Máster en Estudios Políticos Aplicados.
Las declaraciones de la ministra Pérez abrieron un flanco inesperado para el Gobierno. Arrinconado por las “40 horas”, creyeron que pasar a la ofensiva contra un partido político de la oposición era la llave maestra para retomar el control de la agenda y, de paso, oscurecer dos hechos de extrema gravedad para la administración Piñera: la acusación constitucional en contra de la Ministra Cubillos y las denuncias en contra de Bernardino Piñera, sacrosanto de la familia presidencial.
La ministra Pérez, desprovista de toda sutileza política, implementó lo que para el Presidente era una astucia que le permitiría salir de la esquina del ring: golpear gratuitamente al Partido Socialista. Un diagnóstico equivocado fundado en la ignorancia propició una estrategia fracasada: creyeron que el socialismo estaba diezmado y que le podían propinar un tiro de gracia. Para golpear a una institución con más de 80 años de vida institucional, que ha resistido asonadas más dramáticas que un par de denuncias en la televisión, había que tener un diseño un tanto más sofisticado. Y más inteligente.
El socialismo salió con voz unísona a defender la dignidad de miles y miles de militantes honestos a lo largo del país, y a resguardar la memoria de quienes dieron su vida por defender ideales que han sido tan caros para la humanidad. El Gobierno hizo posible un hito de unidad de toda la oposición, desde la DC al Frente Amplio.
De paso y, seguramente, pretendieron cubrir de una pátina las acusaciones en contra de Bernardino Piñera. Cruel y macabra contradicción del Presidente de la República, que sólo ayer declamara que el tiempo no era una excusa para perseguir a quienes fueran acusados de delitos tan deleznables y que, una vez más, no tuviera el coraje para distinguir y proteger la investidura de la institución presidencial que representa.
Resultado: el Gobierno despertó un ánimo unitario en la oposición. Tomó más fuerza la acusación constitucional en contra de la ministra Cubillos y no fue posible ocultar la situación que venía, y de la cual evidentemente tenían conocimiento para la familia presidencial.
El Gobierno está en un punto muerto, parafraseando la expresión que para Raúl Ampuero describía la situación de parálisis de la izquierda en su época. La inminente derrota de Macri en Argentina y el largo trecho que separa la súper expectativa generada y la realidad económica del país hacen que se vea difícil que el Presidente pueda salir del sopor en el que tiene sometido a su propio Gobierno.
La oposición tiene una nueva oportunidad para acabar con la atomización, y enfrentar de forma unitaria un Gobierno irresponsable con el país. La ministra Pérez puso a la administración Piñera en una situación in extremis. Saldrá del marasmo solo cuando reemplace la política de trinchera por la del diálogo democrático.
