psicólogo comunitario. IG @psicologocano
El Sida llega a Chile un 22 de agosto de 1984, bajo el nombre y en el cuerpo de Edmundo Rodríguez, quien como posta de respiro bajo el agua, cedió sus medicamentos a otro homosexual, el cual se encargaría de no permitir el olvido de su nombre.
Desde ese agosto del 84” y durante dos décadas, es considerado como: un cáncer rosa, un castigo hacia la comunidad sodomita de la época, ya que muchos vieron en él la posibilidad de arrepentimiento para aquellos que se habían alejado de la palabra de Dios, palabras que solo ellos escuchaban. Luego nos enteraríamos que aquellos que se oponían a la educación sexual y se escandalizaban por las campañas de prevención, tenían los mismos encuentro sexuales con niños y niñas, su pequeña sodoma de Troya.
El manto de muerte castigaba el desenfreno sexual de los homosexuales, que no tan solo se revelaban frente al mandato heteronormado del patriarcado, sino a su vez resistían una dictadura que atropellaba su derechos y sus cuerpos.
La primera década del VIH y su política de acción, ya sea a nivel de la intervención o prevención, iba dirigida en gran parte a la población homosexual, los datos así lo señalaban: más del 80% de la población notificada era homosexual. La presencia del VIH/SIDA movilizó a esta población, la que se vio obligada a articularse para detener y terminar con la pérdida de miles de compañeros que morían por falta de la debida atención y, muchas veces, en condiciones de total abandono, en ocasiones quienes actuaban de «enfermeros» eran otros compañeros SIDOSOS que imaginaban el futuro de su propia muerte.
La discriminación mostró su cara más oscura, ya que entre la propia población de hombres homosexuales la segregaba a los que portaban el «bicho «(SIDA) y los que no, instala otra barrera de discriminación.
En otras esferas de la sociedad como la iglesia, se promovían los castigos del Sagrado Corazón sobre esta población sodomita que sucumbía a los sabores de la carne. La dictadura militar trataba de disimular la existencia, dejándolos morir para así terminar con la lacra «marica» que le hacía daño al país y a su juventud.
En ese momento aparecen hombres y rostros que se trasforman en importantes activistas en la lucha contra el VIH/SIDA. Max Cifuentes, Vasily Deliyanis, Luis Guither; Marco Becerra, Víctor Hugo Robles, conocido como el “Che de los gays”, Jaime Lorca, Leonardo Fernández, entre muchos otros, se atrevieron a levantar la mano para decir basta.
La lucha fue incansable, hombres homosexuales morían de SIDA todos los días, miles llenaban los hospitales nacionales esperando morir, ninguno de ellos recibía un trato digno o humano, siendo abandonados por su familia, amigos, compañeros de trabajo, etc.
Calvario de la ignorancia
Y hoy, en un Chile que despertó, aun no ha cambiado la discriminación: miles viven el calvario de la ignorancia hospitalaria, los prejuicios que existen en el personal de la salud brota con más fuerza al momento de hacer la simple ecuación, “ maricón = sidoso”
Después de décadas de lucha por parte de los activistas, muchos de los cuales dieron literalmente su vida en el camino, sumado a la presión social y mundial, Chile decide enfrentar la pandemia, creando la ley 19.779, la cual ve la luz en diciembre del año 2001. Esta ley regula los derechos y deberes que tiene el Estado frente al abordaje del VIH/SIDA, en el ámbito social, político y cultural, ley que se logró gracias a esa protesta social multicolor de marcas agonizantes. Hoy en día es una verdadera lástima que los llamados expertos en la materia y encargados de los programas tengan un total desconocimiento del marco legal que regula su acción.
Luego el VIH/SIDA es incorporado al plan de acceso universal de garantías explicitas (plan Auge), si bien en sus inicios esto llegó a salvar algunas vidas, los requisitos para acceder impedían una atención oportuna; debiendo estar en los últimos “respiros de la vida”, para contar con los destructores medicamentos, si muchos no lo saben el SIDA tiene cuerpo, fondo y forma.
Hoy la realidad ha cambiado, bajo el plan 90-90-90, toda persona que sea diagnosticada con VIH debe recibir el tratamiento correspondiente sin importar su condición de salud.
A pesar de los avances en materia de política pública, se puede aseverar que Chile ha perdido la batalla, pues cuando se tiene toda una historia de lucha que costó la vida de cientos de activistas y personas, aportando en la forma de actuar frente al VIH/SIDA, hoy tenemos un aumento significativo de las personas notificadas y, peor aún, a jóvenes que producto del silencio sexual y la castración eclesiástica frente a la sexualidad, son notificados de vivir con el virus y llevar sobre sus hombros la temida muerte social.
La ley es clara, tan clara como desconocida: es el Estado de Chile quien tiene la misión de educar, prevenir e intervenir en esta materia con el objetivo que menos personas mueran o sean notificadas con el VIH. No obstante, la pobreza de los recursos, la falta de campañas, la crítica de los grupos conservadores que muchas veces se oponían a presentar las propagandas de prevención, la falta de conocimiento de los profesionales de la salud, todo esto sumado a una nula o inexistente educación sexual para estudiantes, han favorecido el aumento creciente y descontrolado del VIH.
La displicencia no te salva de las ETS/ ni del VIH/SIDA, solo la educación logrará llevarnos a una educación sana.
En términos de campañas preventivas, estas presentaron desde un inicio importantes falencias; el horario donde se trasmitía, los tiempos de duración y los mensajes que instalaba, – pareja estable, abstinencia sexual, uso de preservativo-, como formas de prevención. Las dos primeras son ambiguas en tanto suponen diversas interpretaciones y el uso de preservativo no fue acompañado de acciones que facilitaran su uso en los jóvenes. Tenemos hasta hoy grandes grupos que se oponen a la información del uso de preservativos y la entrega de estos en espacios como la escuela y otros públicos. Parece ser que el preservativo es solo para uso de “campeones” con teléfono directo al gobierno de turno.
En toda esta crisis antes contada y mientras los pies no podían seguir recorriendo las calles o las cuerdas vocales gastadas de un moribundo SIDOSO no podían gritar por la vida, se estaba creando algo más peligroso y complejo de intervenir: la cristalización del VIH en la población homosexual.
Las nuevas generaciones de homosexuales fueron incorporando el VIH/SIDA como una variable Identitaria, un sentido de pertenencia; Homosexual = VIH, VIH = Homosexual, esta simple ecuación se internalizó en las nuevas generaciones, lo que sumado a la frase «hoy nadie muere de SIDA en Chile”, dicha por muchas autoridades, políticos y, a su vez, jóvenes dirigentes invitan a bajar las medida de la prevención, colaborarán para que se bajen las alertas adecuadas en la prevención del virus y afectando a otros grupos de la sociedad que estaban igualmente expuestos. A. Correa, JL.Diaz y A .Vargas, la subjetividad del VIH/SIDA, 2003.
Hoy no se puede pensar una adecuada política preventiva en esta materia, si no se rompe con la creencia errónea que el VIH es territorio fértil solo para homosexuales, pues se trata de apuntar a determinadas conductas de riesgo las que son transversales a diversos individuos de la población y no solo privativas de la diferencia sexual,
