lunes, mayo 6, 2024
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Dianna Ortiz: En Memoria de la Monja Estadounidense Sobreviviente de Tortura en Guatemala

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Dedico esta columna a Dianna Ortiz, una monja de EE.UU que recién falleció de cáncer a la edad de 62 años. La prensa internacional recoge su historia, porque fue víctima de un crimen atroz –tortura física y psicológica– en Guatemala, en 1989, y luego dedicó su vida a la lucha por los derechos humanos.

En los 80 Dianna educó a niños indígenas en las zonas rurales de Guatemala, donde había represión feroz del Estado y los militares mataban, secuestraban y arrasaban aldeas indígenas. Dianna fue secuestrada por dos hombres de un jardín en Antigua, ciudad cercana a la capital, donde estaba rezando. La llevaron a un sitio clandestino, donde fue torturada, violada e interrogada por más de un día.

En Chile se sabe poco sobre Centro América, incluida Guatemala. Es de lamentar, porque al igual que en Sudamérica, los países de Centroamérica sufrieron dictaduras crueles y represión sangrienta, con terrorismo de Estado: escuadrones de la muerte, sitios de la tortura y cementerios clandestinos e impunidad total. Además, durante la Guerra Fría, hubo conexiones contrainsurgentes de Chile y Argentina con países centroamericanos. A partir de 1979, militares de las dictaduras de Chile y Argentina se unieron a los estadounidenses para dar entrenamiento sobre métodos contrainsurgentes a unidades de Guatemala, Honduras y El Salvador, así como a la “contra” de Nicaragua, como confirmó en 1997 Florencio Caballero, miembro de un escuadrón de la muerte en Honduras.[1] Los ejércitos centroamericanos implementaron tácticas brutales contra cientos de miles de personas, incluidas desaparición forzada, tortura y asesinato. Estaban en curso en esa época fuertes movimientos revolucionarios y populares en Centro América; luchaban contra sistemas casi feudales, pobreza extrema y racismo, conducidos por líderes rapaces que ejercían mucha violencia sobre los pueblos. En 1979 en Nicaragua, un movimiento popular dirigido por los Sandinistas logró expulsar al dictador Somoza. En El Salvador y Guatemala los movimientos insurgentes tenían amplio respaldo popular. Bajo la doctrina de seguridad nacional, los militares centroamericanos consideraron a muchos sectores sociales como “enemigos internos”: educadores, obreros, indígenas, campesinos, estudiantes, curas y monjas, familiares de los desaparecidos, organizaciones de derechos humanos y redes religiosas. Doscientas mil personas murieron en Guatemala en campañas genocidas contra el pueblo Maya.

La terrible historia de Dianna fue revelada gradualmente. Escribí un artículo sobre su caso en 1989 y, cuando lo revisé recientemente, lo encontré incompleto. La razón es que Dianna no pudo hablar sobre los detalles de su experiencia traumática por mucho tiempo. Los detalles escalofriantes emergieron a través de los años. Finalmente, con terapia y ayuda solidaria pudo contarlo todo. A partir de entonces, trabajó para rescatar y respaldar a otros sobrevivientes de la tortura, denunciar la complicidad de EE.UU. en las “guerras sucias” del continente y buscar la verdad y la justicia.

El relato completo de Dianna mostró las prácticas abominables. Los hombres del escuadrón que la secuestraron la llevaron a un lugar desierto, donde estaba estacionado un miembro de la Policía Nacional. Los tres la trasladaron, con los ojos vendados, a un almacén donde Dianna pudo escuchar los gritos y gemidos de hombres y mujeres con intenso dolor. Allí se burlaron de ella, la abusaron sexualmente y la quemaron 111 veces con cigarrillos.

La parte más explosiva del testimonio de Dianna fue que durante su tortura un hombre entró en la sala y ordenó que los torturadores pararan. Dianna declaró que este hombre tenía  acento estadounidense. Su calvario paró abruptamente cuando el hombre dijo: “Idiotas, ella es norteamericana. Déjenla. Ya está en las noticias en la televisión.” Este hombre, llamado Alejandro, la sacó del lugar, la introdujo en un auto y dijo que iba a llevarla a “un amigo” de la Embajada de EE.UU. que pudiera ayudarla. Ella no tuvo ninguna confianza en Alejandro y cuando el auto paró en el tráfico, salió del auto y corrió.

El gobierno guatemalteco -supuestamente democrático a partir de 1986- negó todo y cuestionó el testimonio de Dianna. Algunos militares, incluso el General Héctor Gramajo, Ministro de Defensa de Guatemala entre 1987 y 1990, sugirieron que Dianna había sido parte de una sadística “cita lesbiana”. El embajador de EE.UU., Thomas F. Stroock, expresó sus dudas e insistió que no había ningún estadounidense involucrado. La comunidad ursulina de Kentucky, la orden de la hermana Dianna, envió una delegación a Guatemala expresamente para protestar por las falsas declaraciones de los funcionarios guatemaltecos. Las reacciones de la Embajada EE.UU. en Guatemala indicaron que el caso era “dinamita” política. La Embajada convocó inmediatamente la presencia de la delegación y fue bastante hostil. Un integrante dijo, “evidenciado por el conjunto de rostros fríos de piedra y el tono con el que comenzó el encuentro, la gente de la Embajada estaba muy disgustada con las ursulinas”.  La Embajada defendió agresivamente su conducta en el caso y rechazo las acusaciones de colusión, derivadas del comentario hecho por Alejandro sobre su «amigo de la Embajada». Un cura, parte de la delegación, dijo: “Tengo la clara impresión de que, posteriormente, la principal preocupación de los representantes estadounidenses en ese país fue el ‘control de daños’…Además, me quedé con la fuerte impresión de que la identidad del misterioso estadounidense, nombrado por la hermana Diana, bajo juramento, como el que tuvo suficiente autoridad para alejarla de sus torturadores, tiene a la Embajada tan molesta que su principal preocupación es barrer este caso lo más lejos posible de ellos”.

Mucho después, Dianna reveló que los hombres la violaron en grupo. Que la tiraron en un pozo con ratas y cuerpos de personas muertas y casi muertas. Que la forzaron a usar un machete para mutilar a una persona medio muerta. Que grabaron esto para usarlo en el futuro contra su persona. Después del tormento, Dianna descubrió que se encontraba embarazada. Tuvo que tener un aborto, porque “sentí que no tenía otra opción…Si hubiera tenido que hacer crecer dentro de mí lo que me dejaron los torturadores, hubiese muerto”.[2]

En años posteriores, Dianna se esforzó sin descanso por contribuir a la lucha por los derechos humanos. Después de trabajar con la Guatemala Human Rights Commission (una ONG) en Washington, fundó otra, Torture Abolition and Survivors Support Coalition, (Coalición para la Abolición de la Tortura y de Apoyo a los Sobrevivientes, TASSC), que se dedicó a tratar de frenar la bárbara y aberrante práctica de la tortura en el mundo y protestar el rol de EE.UU con gobiernos torturadores. Inició con algunos colaboradores un caso judicial civil contra Gramajo en EE.UU., que ganaron, aunque nunca se recibió la indemnización otorgada por el juez. Gramajo nunca más pudo volver a entrar en territorio estadounidense (la muerte de Gramajo en 2004 fue bíblica: fue muerto por un enjambre de abejas). Dianna luchó por frenar el financiamiento militar de EE.UU a Guatemala. Escribió un libro en 2002 sobre su horrífica experiencia y el infierno de los sitios de tortura en Guatemala. Los testimonios aportados avanzaron la búsqueda de fosas y lugares clandestinos en Guatemala, así como la desclasificación de documentos importantes sobre el rol encubierto de EE.UU. en ese país. Fue nombrada Deputy Executive Director de la organización de DD.HH. Pax Christi USA.

Tanto en Guatemala como en EE.UU. reconocemos el coraje y compromiso de Dianna Ortiz. Su vida y legado están grabados en la Memoria Histórica de la lucha por los DD.HH.

[1] Ver mi libro, especialmente el capítulo 7. McSherry, Los Estados Depredadores: La Operación Cóndor y la Guerra Encubierta en América Latina (Santiago: Lom Ediciones, 2009): 291.

[2] https://www.washingtonpost.com/local/obituaries/dianna-ortiz-nun-who-told-of-brutal-abduction-by-guatemalan-military-dies-at-62/2021/02/19/932ac25a-713a-11eb-85fa-e0ccb3660358_story.html

J. Patrice McSherry
J. Patrice McSherryhttps://pagina19.cl
Doctora en Ciencias Políticas, profesora emérita de la Facultad de Long Island University en Nueva York y colaboradora del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA), Usach.

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