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Adiós a Maradona: «Hoy no Muchachos, Tengo Menos Palabra que un Telegrama»

Captura de pantalla: Archivo Histórico Radio y Televisión Argentina RTA

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“Yo veo todo al revés, no veo como usted
yo no veo justicia, sólo miseria y hambre
o será que soy yo que llevo la contra
como estandarte”.

La Renga

Probablemente estas palabra inconexas que escribo, producto de la emoción que me embarga, tengan un valor desde la emoción misma. Y creo, que así de honesto debe ser. Para un tipo que nació bajo el influjo de Diego Armando Maradona, que conoció el fútbol gracias él. Hoy se acaba de morir algo en el fútbol, en América Latina, y creo que con la muerte de Diego se cierra el siglo XX.

Maradona es la esencia del siglo XX. Representa esa lucha de los desposeídos contra los poderosos. Y el optó por eso. Decidió estar del lado de una de las veredas de la guerra fría. Maradona irrumpe en esa América Latina sumida en la pobreza absoluta, llena de dictaduras militares, emerge con la firme decisión de romper años de sufrimientos, de darle una mínima opción de alegría a esa gente. Su gente.

Diego es la rebeldía hecha persona. Es ese chiquilín que optó por ser el propio guionista de su vida. Y como en el fútbol, optó por la zurda inmortal como reza la canción, con Maradona se nos va el último gran ícono del siglo pasado. Con Maradona no solo muere el fútbol espectáculo, muere una generación. Y como buen guionista de su vida, fallece el mismo día que lo hizo Fidel Castro, uno de sus ídolos, y al que incluso lo llamó como su segundo padre.

El barrilete cósmico

Maradona es el tipo que pone en la discusión pública la pobreza misma. Diego es quien le dice al mundo «yo crecí en un barrio privado de Buenos Aires… Privado de agua, de luz y de teléfono». Es el que le gana al poder, y a los poderosos les relata cómo es vivir en una casa con piso de barro. Y es, precisamente, esa virtud deslenguada de contar la realidad de los desposeídos que generó el terror de los poderosos. Su pasó triunfal por el México 86 lo catapulta como el agente más peligroso de uno de los dos bandos de la guerra fría. Su llegada a Napoles, probablemente es el lugar donde comienza el principio del fin. Donde le da las mayores alegrías al pueblo más excluido y abandonado de la Italia post guerras mundiales, y que lo convierten en un peligro para el modelo imperante. Es ese Maradona que critica a una de las principales bebidas colas del mundo, también a las tarjetas de crédito. Incluso a la Sra Fifa, como alguna vez él mismo señaló. Y el tiempo le dio la razón. Bien lo saben los chilenos que vemos el escándalo de corruptela que, también, involucró al presidente de la ANFP y que hoy aún lo tiene en juicios en los EE.UU.

Con el comienzo del fin de siglo vino la decadencia, la constatación pública  de su consumo desenfrenado de drogas, su alcoholismo, sus excesos y excentricidades, su soledad. La soledad permanente con la que vivió el ídolo, el personaje. Alguna vez señaló en una entrevista que adoraba Napolés, La Habana y Villa Fiorito. “Me sentía tranquilo, cuidado”. Nunca supo lidear con las luces, las utilizó con un cuchillo afilado cuando tenía que atacar. Era bravo, se notaba esa cosa que solo tienen los que nacen en “barrios duros”. Esa capacidad de enfrentar la vida como el más rudo, a sabiendas que no tenías nada. Diego es el reflejo de miles de millones de niños/as que nacen día a días en los barrios miserias, no sólo de América Latina, sino del mundo. En Diego está el ejemplo que se puede dar la pelea. Si algún marketero de moda lo usara de modelo para vencer la adversidad  le iría muy bien.

Claro, no faltarán los que sólo querrán resaltar sus errores, los miles de millones que tuvo. Y yo, no soy quién para juzgarlo, para eso está su entorno, la historia. El rebelde, el barrilete cósmico el que hizo feliz a toda una generación, el “bandido” que realizó la mano de D10S, a los ingléses como una forma de sanar la derrota de las Malvinas, que en el mismo mundial hizo el mejor gol del mundo, se fue. Recorre lugares que desconocemos, pero deja un estela de magistralidad que indudablemente no podré ver. Porque como Diego nace uno cada dos siglo. «Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha».

Gracias.

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