psicólogo comunitario. IG @psicologocano
La memoria como lo he señalado anteriormente es frágil y en Chile se goza de ella de forma selectiva; al parecer al puerto dependiente y que busca constantemente la aprobación de Valparaíso, se le olvida que sirve como patio trasero de este histórico y añejo fondadero, donde el arcoíris de múltiples colores se levanta de cerro en cerro, mientras el Puerto de San Antonio disfruta de un eterno gris.
Entre sus habitantes nadie juega al volantín, más bien las caras grises de un pueblo cansado y obligado al trabajo de esfuerzo, solo le queda de forma instintiva una palabra llamada prejuicio.
En San Antonio y su pasado las tomas y campamentos fueron decorando su crecimiento, gente de trabajo, esfuerzo y sobre todo dignidad. Por ejemplo, la población 30 de marzo, celebró sus más de 65 años desde que un grupo de valientes mujeres, aburridas de arriendos y espacios inhabitables se abrieron paso entre los arenosos cerros y comenzaron a construir sus precarias viviendas, así lo recuerda la señora Lili, hija de Guillermina Armijo; “yo recuerdo que éramos jóvenes cuando la (toma) 30 de marzo era una gran toma, muy distinta a las tomas actuales, ahí el pozo negro era el baño y siempre se buscaba quien podía cambiarlo, las casas eran fáciles y ninguna sellada, el frío, el viento y el agua hacían estragos, para la gente de San Antonio, la 30 de marzo era un lugar de delincuentes y drogadictos, cosa que nunca fue así, enfatiza.
Más adelante en el tiempo otra toma y posterior campamento de San Antonio nace en la última década. Se trata del Campamentos Sor Teresa, ubicado más arriba de los cerros porteños, ahí la pobreza no disimulaba las caras de cansancio y esfuerzo que eran castigadas por las inclemencias de la vida del puerto, entonces se notaba la pobreza tanto por fuera como por dentro; ya pasado el tiempo, vemos a la población Sor Teresa, hablar de igual a igual junto a las otras villas o poblaciones que conforman el puerto.
Hoy en una nueva revolución de vivienda se levanta en la toma de un nuevo terreno del gran Puerto de San Antonio, es una toma distinta a las que la sucedieron, ésta se ubica en el Cerro Centinela, llamada Nuevos Aires de San Antonio, también conocida como Cerro la Virgen, éstas son tomas con Internet, cable, con casas preparadas para el invierno y verano, habitadas por profesionales, técnicos y obreros que buscan una sola misión: el derecho a la casa propia. Sin embargo, sobre las 6 mil familias que ahí viven, hoy pesa el miedo al desalojo, solicitud indicada por la autoridad de turno. En la actualidad no existe ningún compromiso firmado donde aparezca que está acción no se va a presentar, tampoco las autoridades parlamentarias han sido testigos de ningún acuerdo.
Waldo Soto, uno de sus dirigentes señala, que “no ha sido fácil, tenemos la dificultad de encantar a la gente de las tomas a salir a la calle, pero sabemos que el prejuicio y la discriminación es un temor de muchos”, también cuenta Soto que “debemos luchar contra lo que el resto de San Antonio cree de nosotros, las campañas de desprestigio se han promovido de boca en boca y yo le puedo asegurar que en este momento uno de los lugares más seguros es nuestra toma, no sólo disfruta de dirigentes bien organizados, también de pobladores que cuidan entre todos lo construido”
“Esta toma a diferencia de las historias de Llolleo, Barranca y San Antonio, tienen un sello distinto, acá la población nacional comparte con la población inmigrante que ha llegado a Chile, lo que nosotros vemos como riqueza cultural, otros lo ven como restos de la pandemia que atacó nuestro país. Esta toma sufre los prejuicios de ser una toma y sobre todo recae en ella el prejuicio del pueblo inmigrante. Obligándonos a luchar contra dos estigmas sociales, la pobreza que nadie quiere ver y la población inmigrante que el país rechaza”, sentencia Waldo Soto, con un rictus que va entre la decepción y la tristeza.
