Analista político y sociólogo.
Hay varios temores que se presentan cuando se realiza una elección primaria y la derecha los está experimentado todos. Se puede temer que voten poco por tu candidato, pocos en tu primaria y que le vaya mejor al evento paralelo.
Como la autoestima está por los suelos en el oficialismo, estas amenazas tienen su razón de ser. Este es un procedimiento que fue pensado para permitir una proclamación adecuada de Lavín, pero ahora hay dudas al respecto.
Por primera vez la derecha no está segura de llegar a la segunda vuelta presidencial. Se desfondó de tal manera en las elecciones del 15 y 16 de mayo que le entró el miedo al cuerpo y ya no tiene un rumbo claro que seguir.
A Lavín se le ve distinto desde sus mismas filas cuando a la Convención Constituyente entra una nueva generación, lo que hace que las figuras del pasado queden todavía más desfasadas. A quienes nacieron en este siglo y hoy votan ¿qué les dice alguien que ya fue candidato presidencial en el siglo pasado?
El ex alcalde de Las Condes no se ha movido y, sin embargo, ha retrocedido, por la simple razón de que muchos jóvenes dirigentes dieron un paso adelante.
El oficialismo queda en el papel de espectador en competencias importantes, como en el caso de la gobernación de la Región Metropolitana. Sus electores tendrán que elegir entre otras opciones o, simplemente, hacerse a un lado por considerar que lo que suceda no les incumbe. Sus electores se encuentran en una situación inédita. Su propio sector ya no los representa ni los protege. Tal es la cantidad de errores que se llevan acumulados.
¿Qué pasará si la derecha política los sigue decepcionando?, ¿qué sucederá si sus principales partidos vuelven a experimentar un nuevo retroceso electoral?
Salir derrotados en tres procesos electorales al hilo no será visto como la mejor preparación para la presidencial. La derecha no está procesando su crisis, más bien se sigue internando en ella. Antes se hubiera podido refugiar en el Congreso, pero ahora, con Convención Constituyente, eso es impracticable. El centro del debate político se ha desanclado de su foco tradicional y, en la nueva instancia, el oficialismo no puede cumplir un rol determinante por sí solo.
La izquierda vive unos días cercanos a la euforia, siente que el viento corre a favor y que el marco de lo posible se ha ido corriendo. Mientras, en Chile Vamos este mal momento se ve agravado por estar ejerciendo el poder de un modo tan lamentable.
Escuchar a sus ministros, en especial a los menos destacados del equipo político, trasmite una sensación de irrealidad. Argumentan que, en el futuro, el legado del actual Ejecutivo se reconocerá en materias como el manejo de la pandemia, su aporte a la salida a la crisis institucional y la esperada recuperación económica. Es como para llorar, si no fuera porque no es asunto nuestro.
Son tan torpes que no se dan cuenta de que confiesan que no hay ninguna esperanza de que los ciudadanos cambien su opinión negativa sobre el gobierno de aquí a que regresen a las urnas. Se abre concurso de epitafios. Yo propongo el siguiente: “Aquí yace un ministro, quien duerme en la firme esperanza que llegará el día en que se reconocerá el legado de Piñera”. Amén.
