miércoles, abril 24, 2024
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Que Todo te Proteja para que Nada te Proteja

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Hace un tiempo escribí una columna sobre como Chile es claramente un país donde actuamos “como si”. Y di un ejemplo que se usaba en la escuela de psicología. Decir “es como si escuchara voces dentro de mi cabeza” no es lo mismo que decir “escucho voces dentro de mi cabeza”. El primer comportamiento caracterizaría a las neurosis, el segundo a las psicosis.

Lamentablemente, cada día que pasa en nuestro territorio se masifica el comportamiento citado y cada día vivimos más en un país que dice una cosa y hace otra. En el tema de las medidas sanitarias se ha dado esto con fuerza y sin remilgos.

Por ejemplo, tenemos una cantidad infinita de medidores de temperatura colocados en cada lugar donde hay afluencia de público.  Aparte de constatar que hay alguien, o muchos, que se hicieron multimillonarios con la venta de estos dispositivos (y con aquellos desde los cuales emana alcohol gel y otros muchos negocios relacionados con la pandemia), nos damos cuenta que este cuidado es parte del “como si”. Como si te protejo del contagio, pero en realidad, no lo hago. Porque estoy todo el día supuestamente  detectando si alguien tiene fiebre y, por ende, tiene Covid. Pero todo es falso. Por un lado, si fuera por esas máquinas, todos andaríamos a punto de fallecer. En mi caso, infinidad de veces las maquinas me han marcado temperaturas de 31 , 32 o 33 grados Celsius y en otras (las menos), más de 40 grados Celsius. Y a menudo hago una broma con la dependienta que me pregunta si me tomé la temperatura. “Si, y parece que estoy al borde de la muerte porque marco 32 grados”. Ellas sonríen muy levemente. Parece que se toman en serio su rol… Por otro lado, el Covid no se detecta de esa forma. Yo tuve coronavirus y anduve una semana sin saberlo, siendo medida en cientos de lugares durante esos días. Y pasé “piola”. En mi caso, nunca tuve fiebre. Ni tos. Ni falta de olfato ni gusto. Ni dolor de cabeza. Solo un cansancio brutal y falta de apetito.

De modo que esta forma de prevención del contagio implantada por las autoridades sanitarias es sólo eso.  Un “como si escucho voces”, pero se que NO las escucho. Y nadie dice nada. Y todos siguen tan campantes, sometidos a esas mediciones en cada lugar al que se acercan. Y si se saltan el control, son inmediatamente llamados al orden por funcionarios también “muy” preocupados de evitar los contagios.

Lo mismo que ocurre con los rociadores humanos de alcohol gel. Ese guardia al que ahora le han sumado como pega echarle alcohol gel en las manos a los  usuarios y clientes . Es mucho decir “a las manos” porque generalmente se rocía una sola mano y lo que cae son un par de gotas –si es que- de un líquido que debe ser agua con un 1% de alcohol gel… Porque tampoco se trata de gastarse fortunas en ese producto, parece ser la consigna de los comerciantes, de dueños de los mall, de los dueños de los bancos, etc.  Se trata de hacer “como si” te echo alcohol gel. Para cumplir con las apariencias, no para realmente protegerte.

Porque si de protegernos se tratara, en el Metro habría medidores de temperatura y dispensafores de alcohol gel. Y se exigiría que los carros tuvieran asientos  vedados. Como si ocurre, absurdamente, en las oficinas publicas, donde han clausurado con cinta adhesiva asiento por medio. ¡Incluso lo han hecho en los bancos de las plazas! Y en los lavamanos de los baños de los centros comerciales! Lugar donde también exigen un cierto aforo, cuando uno permanece en el baño a todo reventar 5 minutos. En el metro es donde uno puede andar claramente más de 30 minutos, rodeado de gente, pegado a gente en los asientos y en los pasillos de los carros. Pero nadie dice nada y las medidas siguen aplicándose cumpliendo con el dichoso “como si” criollo.

Está también el “como si” respecto del cuidado de los niños. Les cerraron los juegos en las plazas y en otros lugares (como en los malls, donde hay 3 o 4 autitos que se mueven en su lugar, uno a un metro del otro…). Y los niños se tuvieron que pasar un año y medio guardados en sus casas, sin poder salir a jugar a la plaza. Bueno, lo que todos conocemos, con los subsecuentes daños colaterales a la salud mental y física.

¡Y están los famosos aforos! Sin ninguna lógica. Incluso con humor del absurdo. Ayer me fije que en un mall del sector Oriente hay tiendas cuyo aforo es de 11 personas: ¡3 clientes y 8 dependientes! En ese mismo lugar, el aforo total esde 11.000 personas mientras en una sala de cine o teatro es de 30 o 50 personas. ¡Y después de esperar una eternidad para poder abrir estos últimos lugares!

Los estadios también estuvieron cerrados para el publico, a pesar de que la mayoría son al aire libre. Y en el mismo rubro, los técnicos son obligados a usar mascarilla al borde la de la cancha pero los jugadores se abrazan y besan sin censura con cada gol. Y cuando se supone que sí debe regir una “burbuja” sanitaria, entran peluqueros al hotel de concentración o los jugadores toman mate juntos, y aparecen contagiados al por mayor en algunos equipos. Puro “como si”. Tomamos medidas de resguardo sanitario cuando en realidad se trata solo de un show de apariencias.

Hoy también vivimos en una cultura cada vez más policíaca. Una dictadura sanitaria. Todo normado, todo reglamentado, pero al estilo chileno, para supuestamente protegernos sin hacerlo. Un toque de queda que en la capital chilena empieza a las 10 de la noche para que la gente no se contagie. ¿Qué tienen que ver las pestañas con el culo?, como diría en forma coloquial un venezolano. Un horario que más bien conlleva que la gente se agolpe en innumerables filas para entrar a un pub o retaurante, porque el tiempo para distraerse se ha disminuido al menos en 3 horas diarias y hay que ver si se logra entrar al local antes de las 20:30 horas porque después ya no te lo permiten! Y a hacer la cola, y a divertirse apurados, y a correr luego en una micro llena de gente…

Todo está controlado. Todo está señalizado, en una comedia del absurdo “como si”. Hay que respetar el por donde entrar y el por donde salir, aunque las dos vías estén separadas solo por centímetros. ¿De qué sirve separar ingreso y salida si adentro andan todos revueltos?

¡Para que hablar de cómo se dan las cosas en los dos Chile! Mientras se abusa de las restricciones en el Chile limpio, bonito y perfecto, en el Chile marginal, se deja todo a la buena de Dios. Es impactante llegar al Metro Estación Central y ver la cantidad de comerciantes ambulantes instalados allí, hasta la entrada del andén incluso. Cientos de cajas de cartón soportando puestos de mercadería de origen chino. Uno entiende que eso lo que ha salvado a Chile y quizás por ello la manga ha sido ancha. Rige entonces el “como si no veo nada” porque así no debo fiscalizar. Ni tampoco, lo que es más importante, tuve que entregar por largos meses recursos monetarios a todas esas familias que se tuvieron que lanzar a la calle, con un pañito en la cuneta, para sobrevivir. Y, como autoridad, opero como en la época de la nulidades matrimoniales, que llenaban el vacío que dejaba la falta de una ley de divorcio: hago como si no me doy cuenta que declarar nulo un matrimonio por un supuesto error del domicilio de uno de los contrayentes era una forma de separarse, y era también una mentira conocida por todos. Eso ya pasó.  Y hoy tenemos, felizmente, ley de divorcio. Pero hay miles de otras cosas que no han cambiado y que las debemos seguir viviendo como si fueran verdad, a partir de bizarros “como si”.

Como el tema del alcohol. El 6 de agosto pasado se dictó la Ley 21.363, que estableció normas respecto de la comercialización y publicidad de bebidas alcohólicas. Buena iniciativa. Loable pero qué ocurre en la realidad? Que a quienes tenemos notoriamente más de 18 años nos piden el carnet de identidad para verificar si tenemos la edad para comprar un trago y el problema real, de fondo, mayúsculo, queda sin tratarse, al menos como se debe.

Hay múltiples medidas absurdas o al menos inútiles que reflejan el “como si” chileno. Detrás de ellas hay un gasto de recursos y tiempo -que no sobran-, mientras los problemas siguen vigentes. Por ejemplo, comerciantes inescrupulosos y desalmados les siguen vendiendo a destajo alcohol a los menores, demostrando que a la autoridad parece no importarle un comino la salud de esos niños.

¿Alguien fiscaliza ese submundo donde el “como si” campea? Nadie, porque la pobreza es normalmente invisible o se mueve en la clandestinidad de sus territorios. Y allí pareciera que a nadie le interesa entrar de verdad y realizar los cambios sustanciales que se requieren.

Por ello el mecanismo del “como si” es uno peligroso, dañino y eventualmente catastrófico para el destino de un país. Y de su gente. Entre otras cosas, porque promueve y justifica la mentira. Porque castiga al que abre los ojos y busca que también otros los abran. Por estos días esto último nos ha quedado claro a través del caso de la máxima autoridad persecutora de crímenes de nuestro país, quien ha justificado lo injustificable tras conocerse sus reuniones con eventuales delincuentes de cuello blanco que eran investigados. El actuar de la justicia es, por lo general, un gran “como si”, aquí y en la quebrada del ají, cuando de perseguir a poderosos se trata.  “Como si investigo” y, más bien, echo tierra…

Ojala nuestros y nuestras constituyentes den cabida, en la nueva Carta Magna, a medidas que eviten el eterno doble estándar en el que hemos nacido y nos hemos criado como país. Ojala que aquellos que supuestamente repudian la violencia no sean, a la vez, defensores de un lema tan feroz como el que acompaña a nuestro escudo patrio: “Por la razón o la fuerza”. Porque el destino se construirá con la fuerza de la razón y de la verdad, y no de otra forma.

Patricia Collyer
Patricia Collyer
Periodista y Psicóloga.

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