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«Ya no Basta con Rezar»

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Me permito utilizar el título del gran film chileno de Aldo Francia para describir de alguna manera la tensa sensación política provocada por el vergonzante golpismo de la derecha continental ante la situación interna en Venezuela.

Tan desvergonzada como la actitud de algunos gobiernos de Europa, donde la socialdemocracia unida a los elementos más reaccionarios, dieron un ultimátum a un Estado soberano como Venezuela para que su gobierno convoque a nuevas elecciones presidenciales en 8 días… ¿Pero qué es ésto? ¿Se han perdido todos los parámetros en el empeño de apoyar al imperio en su necesidad de recuperar el control del petróleo?

El gran libreto de la desestabilización de Venezuela, escrito línea por línea en Washington y puesto en práctica desde hace años en Caracas, tal como sucedió con el Chile de 1970 al 1973, sigue adelante. Ni la Casa Blanca ni el Pentágono nunca han estado dispuestos a permitir nuevos experimentos políticos contrarios a sus intereses geopolíticos en una región que estiman propia. Cuba fue, en último término, una larga excepción que los yankis toleraron no sólo porque Fidel Castro era un personaje altamente carismático, un inteligente y preparado político, y líder movilizador e inspirador de masas a nivel internacional, sino porque, detrás, contaba con el férreo apoyo -«férreo» en el sentido más literal del término- de la Unión Soviética. Además, Cuba carecía de una riqueza tan vasta como las reservas de petróleo venezolano, por lo que no resultaba importante para la voracidad del capitalismo internacional; sólo importó como bastión del socialismo a 120 kilómetros de distancia de la costa de Estados Unidos. Convengamos, asimismo, que ni Chávez, ni mucho menos Maduro, se pueden equiparar al nivel de personaje histórico que para el mundo sigue ostentando Fidel Castro.

Ahora bien, en el plano nacional y cuando todo el drama de Venezuela concluya (independientemente de su desenlace, que esperemos no sea doloroso), ya no será posible seguir considerando como genuinos demócratas a políticos chilenos como el expresidente Ricardo Lagos Escobar. Un genuino demócrata no apoya -ni apoyaría jamás- a un golpista… Y Lagos, en lugar de respaldar la sensata propuesta de diálogo entre Maduro y la oposición, hecha por los gobiernos de México y Uruguay, brindó públicamente su apoyo al ultraderechista y golpista Juan Guaidó, quien no sólo se autoproclamó «presidente» de Venezuela, sino que ha llamado en todos los tonos a los militares (de ese país y/o del extranjero) a tomarse el poder y derrocar a Maduro.

Por eso, «ya no basta con rezar». Es urgente que las fuerzas verdaderamente democráticas y progresistas, nacional e internacionalmente, se unan ahora en la exigencia de respeto al Derecho Internacional y a la auto determinación de los pueblos, facilitando el diálogo interno en Venezuela, pero teniendo muy presente que esa débil llama al final del túnel es la que, por todos los medios, intentan impedir los gobiernos yanaconas del Pacto de Lima.

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