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A 50 años de su muerte, Camilo Escalona recuerda que “Allende murió para vivir”

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Camilo Escalona acaba de lanzar su libro “Allende murió para vivir” que, de alguna manera, refleja lo que ha ocurrido con la figura del Mandatario que murió en la Moneda, en estos 50 años desde que los militares, a sangre y fuego,  se tomaron el poder. En  el mundo entero surgieron plazas, calles, avenidas, hospitales con su nombre. Pocos hombres de Estado han logrado semejante tributo. Explicaciones de este fenómeno que enloquece a la derecha las hay y en parte, este libro las saca a la luz.

El Secretario General del Partido Socialista, que hasta ahora ha escrito ocho libros, decidió traer al presente lo que fue el gobierno de Allende. Eso, tras la seguidilla de declaraciones de personeros de la derecha, que de una u otra manera justifican el golpe de Estado con todo lo que ello significó.

Los siguientes son algunos párrafos del texto de Escalona:

Algunos hitos inolvidables

El Presidente Allende juró el 3 de noviembre de 1970 y su gabinete incorporó 4 ministros obreros en Hacienda, Trabajo, Vivienda y Transporte, cada uno de ellos con larga y destacada trayectoria política y social. La nacionalización del cobre, el medio litro de leche, la profundización de la reforma agraria, la extensión de la red de jardines infantiles, la nacionalización de la banca, el fortalecimiento del área social de la economía, un vigoroso plan de construcción de viviendas y la creación de una cadena de balnearios populares que abrió el ejercicio del descanso a la clase trabajadora, fueron hitos inolvidables del gobierno popular. Asimismo, ese esfuerzo estuvo rodeado y vigorizado por una intensa participación social como nunca se ha registrado en la historia de Chile

Todo ello mantuvo vivo e, incluso, acrecentó el respaldo popular desde el momento que asumió la Presidencia, en especial, en las elecciones municipales de 1971. Asimismo, le significó un apoyo decisivo en las parlamentarias de1973. Si bien en las elecciones presidenciales de 1964 la intensa campaña del terror generó una distorsión en el resultado, esta vez, en marzo de 1973, ni la invención de las más truculentas infamias pudieron romper la ligazón entre Salvador Allende y el pueblo de Chile.

A pesar de la conjura golpista, el gobierno popular mantuvo una conducta de irrestricta consecuencia con los principios democráticos y hacia quien es el juez supremo en la salvaguardia de esos principios: el pueblo de Chile. Jamás al Presidente Allende se le hubiera ocurrido declarar la guerra a su propio pueblo tal como hizo Pinochet reiteradas veces durante la dictadura y como lo hizo Sebastián Piñera, totalmente fuera de control como desesperada respuesta al estallido social durante los meses de octubre, noviembre y diciembre del 2019.

En los mil días en que gobernó Salvador Allende los partidos políticos fueron respetados, ningún dirigente o vocero partidario fue perseguido o siquiera detenido por sus ideas, ningún medio de comunicación fue clausurado por ser opositor o por su línea editorial, tampoco fueron objeto de represalias los líderes sociales de la oposición que cumplían con su tarea de representación social. El Presidente respetó de modo irrestricto el profesionalismo y la no deliberación de las Fuerzas Armadas a fin de evitar que se vieran sumidas en la política contingente. La conjura fascista fue el factor que las impulsó a la peor represión y el terrorismo de Estado.

El ex gobernante Sebastián Piñera miente cuando afirma que en el periodo de la Unidad Popular el Presidente “no respetó los principios de la democracia”. Tal como acostumbra, una vez más cae en la nefasta práctica propagandística nazi: “miente, miente…que algo queda”, así como si hubiese aprendido directamente del jerarca nazi Joseph Goebbels. El ejercicio del pluralismo era irrenunciable para Allende, ya que estaba en el núcleo esencial de su compromiso y lealtad con el pueblo: la vía chilena que él propiciaba con orgullo constituía una nueva vía, inédita históricamente para avanzar hacia una sociedad socialista.

Otros párrafos

La concepción allendista tuvo que polemizar intensamente al interior de su propia formación política en el Partido Socialista con el objetivo de exponer y consolidar una visión histórica y estratégica que orientara el proceso de transformaciones estructurales en la sociedad chilena. Un momento de especial importancia fue la presencia del Presidente Allende en el Pleno de Algarrobo, en marzo de 1972, evento al que concurre con una extensa tesis escrita a través de la cual deslinda posiciones del texto oficial, también muy largo, entregado por la Comisión Política del PS a esas deliberaciones. Hay una diferencia en las visiones históricas, Allende crítica a su partido, con claridad y crudeza: “…un Partido con la responsabilidad de compartir la dirección del Gobierno es obvio que no puede limitarse a afirmar que ‘el paso fundamental para destruir el estado burgués lo constituye la toma del poder político por el proletariado…”. En efecto, en ese momento, sin aquilatar en toda su trascendencia histórica el proceso de cambios que generaba una transformación estructural que permitía crear una nueva sociedad más justa, igualitaria y con plenos derechos sociales, el documento presentado por la Comisión Política al Pleno socialista se limitaba a repetir un enfoque teórico que podría parecer muy radicalizado, pero que desde el punto de vista práctico, separado del gobierno popular, pasaba a ser un objetivo imposible de alcanzar: “…crear aceleradamente condiciones para cambiar, durante el ejercicio de este gobierno, el carácter capitalista del sistema vigente…”.

Ante esta idea de una transformación socioeconómica fulminante, el Presidente Allende subraya e insiste que su tarea arranca de la realidad chilena, haciendo avanzar las conquistas sociales e institucionales en la brega centenaria del pueblo chileno, y que la clave del porvenir está en la fortaleza de su gobierno, no en reiteradas manifestaciones de voluntad inalcanzables. En ese sentido, el cambio social y económico que está en la agenda es el que impulsa al pueblo chileno que apoya el gobierno popular y que se propone abrir el camino hacia la revolución chilena con sabor a empanadas y vino tinto, o sea, avanzar al socialismo en democracia, pluralismo y libertad.

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