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Derecha: Sabe Qué Hacer con Chile, Pero No con Piñera

Crédito foto: Captura web teleSUR.

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Se ha iniciado la campaña de primarias en la derecha y lo que importa es saber cuál es el foco en el que se concentrará cada uno de los candidatos y, también, si en conjunto están respondiendo a las expectativas que se tiene de este actor político. Lo primero es fácil de constatar.

Joaquín Lavín se presenta como el político experimentado que aplicará en el cargo al que aspira la perspectiva práctica y de terreno propia de un alcalde. Si existiera el oficio de presidenciable, aquí lo tenemos.

Sebastián Sichel se presenta como el innovador que trae nuevos aires a la política, con el empuje suficiente para gestionar el Estado con eficiencia y sensibilidad social.

Mario Desbordes asume su postulación como la más apta para enfrentar a la izquierda, particularmente, a Jadue. Es un buen polemista y en el debate crece.

Ignacio Briones es el liberal a toda costa, que aplica la fórmula de la mayor libertad como la mejor solución a los problemas y el camino más seguro al desarrollo. La independencia de partido es mostrada como una ventaja.

Los puntos débiles de cada uno también están a la vista y les son enrostrados por sus rivales más agresivos. De Joaquín Lavín lo más terrible que se puede decir es que es el mismo de siempre desde hace tres décadas. Lo que expresa, aun cuando se trate de “novedades”, es casi siempre predecible.

Sichel usa mucho el expediente de atacar a los demás desde el papel de víctima, pero en debate eso es más notorio. Se presentó como un candidato de centro en una competencia de la derecha, debido a su orientación liberal.

Desbordes habla desde un partido que no lo aceptó como su presidente y donde muchos abogan por que se declare libertad de acción. Ignacio Briones argumenta bien, pero no deja de dar la impresión de que el cargo de ministro de Hacienda se alcanza ahora por elección popular. El puesto quedó impreso en su imagen de un modo que no lo abandonará durante esta campaña.

El tema que sobrepasa a todos es el de su vinculación con el gobierno. Representan la continuidad de una administración que critican, aunque eso es algo difícil de sostener tratándose de cuatro exministros de Piñera.

Dicen que harían algo distinto, no obstante a cada cual le tocó implementar una forma de gobierno que terminó gatillando una crisis social a la que, ahora, pretenden dar solución, habiendo sido parte del problema.

Es claro que cada uno quiere ser Presidente, pero no tienen una explicación del por qué se puede dar la extraña situación de que “Chile cambió”, pero debe mantener en el poder a los mismos a los que el conflicto les estalló en la cara.

Alejarse del gobierno no es practicable para estos candidatos, tienen que responder por los resultados de una administración de la que eran primeras figuras. “Lo hicimos mal, pero ahora yo lo haré mejor” es solicitar un acto de fe basado en características personales, no en las responsabilidades políticas. Equivale a contar la historia con saltos, excepciones y medias responsabilidades para pasar, de un solo envión, a un firme optimismo en el porvenir sólo por cambiar la primera línea haciendo borrón y cuenta nueva. Es mucho pedir.

 

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