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El que Llega Atrasado No Pone las Reglas

Crédito foto: Captura web RT.

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El gobierno nunca podrá explicar por qué escoge pagar todos los costos políticos imaginables, acumular una amplia oposición y llegar lo más retrasado posible con unas propuestas que pudo haber presentado desde el inicio. Si estuviéramos en un período rutinario podría hacerse soportable, pero en una crisis no tiene excusa romper las marcas nacionales de ineptitud.

Orientarse frente a las decisiones del Ejecutivo es una tarea exigente. Su discurso no tiene coherencia. En los extremos de la semana Piñera puede presentar dos soluciones alternativas al mismo problema haciendo uso de argumentaciones antagónicas. Nunca explica el porqué de sus golpes de timón y siempre inicia sus intervenciones como si no hubiera nada que explicar.

El problema obvio es que el que cambia de opinión más de una vez puede volver a hacerlo sin el menor escrúpulo. El gobierno ha hecho cuanto está en su mano para no despertar confianza. No se le puede pedir que actúe tal como quieren sus detractores, pero si es exigible que mantenga una línea reconocible de comportamiento y este es otro aspecto en el que ha fracasado.

La administración mantiene un zigzagueo en su comportamiento que es más dañino que el de un oportunista, porque este último actúa solo guiado por su intereses, pero al menos toma decisiones a tiempo. El gobierno es un inoportuno con actuación retardada, lo que es peor. Se demora un mundo en decidirse y no menos en cambiar de decisión.

Puede que la incoherencia del Ejecutivo no represente ningún problema para Piñera, pero no puede esperar que los demás lo acepten como algo natural. En el trascurso en el que el gobierno oscila buscando su rumbo los demás sí toman decisiones, cuando corresponde y siguiendo todas las formalidades. No es cosa que se acomoden al inestable.

Es posible que al mandatario le cause extrañeza, pero los demás no tienen por qué hacer borrón y cuenta nueva. Cuando el Parlamento ha aprobado una medida, nada menos que con una enmienda constitucional, no va a adaptarse así como así a la voluntad de un inconstante. Además, un Presidente con un porcentaje de apoyo de un dígito no se puede poner a golpear la mesa.

Los actores políticos responsables se toman en serio sus decisiones y nuestra institucionalidad no permite la marcha atrás de leyes que se aprueban. Las volteretas son propias de trapecistas, pero no de presidentes. Lo que se puede avanzar es sobre la base de lo ya acordado. No es posible llegar atrasado e imponer las reglas.

Esto puede discurrir hacia una prolongación del conflicto político o hacia un entendimiento. Del conflicto solo se obtendrán pérdidas y demoras; de un entendimiento se pueden esperar beneficios concretos para las personas. Nadie pierde cuando se colabora en un propósito compartido.

Gobierno y Congreso se necesitan para llegar con la ayuda lo antes posible, doblegar a la contraparte no es algo que se vaya a conseguir. Las propuestas presentadas pueden ser tomadas como antagónicas o complementarias, ambos caminos están abiertos, pero la prudencia aconseja confluir.

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