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Gracias, señor Pérez Cruz

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Estoy pensando, antes que todo, que a muchos sorprenderá que agradezca al señor Pérez. Sin embargo, ya se entenderá. Transcurridos algunos días desde lo acontecido en la movediza y hoy tan popular ribera del lago Ranco y sus aguas traicioneras, y con todo el revuelo desencadenado, debe rescatarse lo positivo. De una crisis, por ofensora que sea, siempre surge una oportunidad. Es así como debe establecerse en nuestro abierto diálogo ciudadano -con todas sus tantas verdades y sus tantas falsedades, sus ironías, humor y sarcasmos propios del ser humano- que algo inmensamente más serio nos ocurre cómo sociedad. Hace tiempo, décadas que andamos mal entre nosotros y situaciones como esta del lago puede servirnos.

De ninguna manera en estas escasas líneas que escribo a vuelo de pájaro en medio de los calores santiaguinos y con muchas ganas de pegarme un «piquero» libremente en cualquier lago del país, puede explicarse a fondo la sensación que a muchos nos embarga. Sin embargo, en una frase, me atrevo a señalar que nuestra convivencia básica entre los que nos llamamos teóricamente iguales debe, por lo menos y con urgencia, ser revisada y reconsiderada. De hecho, ya señalé en un texto anterior que se ha venido quedando enquistada en nuestro país una estructura social, derivada de lo económico, con graves síntomas de quiebre y esa misma ficción la hace necesitada de análisis.

Yo de alguna manera (y que ello no mueva a risa, porque lo digo en serio) agradezco al enojado señor Pérez Cruz (y también a las tranquilas damas turistas en la playa del lago) porque al fin de cuentas depositaron, cada cual a su manera y obviamente sin pretenderlo, un crucial tema sobre el tapete de nuestra tan arbitrariamente diferenciada y golpeada realidad nacional.

¿Cuántas riberas de cuántos lagos permanecen con parecidas características de dominio ilegal? En el propio Lago Ranco existe la Bahía Coique donde connotados vecinos mantienen embarcaderos (es de perogrullo decir que a las orillas del agua, pero reitero que son de uso público) y no tengo claro si desde el Ministerio de Bienes Nacionales harán las investigaciones pertinentes en cada una de las pseudo propiedades. Más bien, creo que no y me encantaría equivocarme. Sueño con que las

autoridades funcionen como es de esperar, antes que las eternas olitas que llegan a la playa del Ranco borren lo que ha quedado ética y moralmente escrito en la arena pedregosa donde el impulso indomable de un dueño de casa originó tan desagradable evento.

El problema, como siempre sucede con los temas profundos y encaminados hacia la justicia ciudadana, seguramente quedará sin que nadie le hinque el diente. Después de unos días siempre llega el endemoniado y torpe virus de la indiferencia. Desde ahí al olvido histórico, una pizca. ¿Cómo evitar que un serio proceso de examinación de algo tan concreto y fácil de averiguar como este tema, quede para nunca? ¿Quién le pone el cascabel al gato? Por lo menos, ya sabemos cuáles son los gatos.

En todo caso, gracias de nuevo señor Pérez. Le ha entregado una tarea a Chile. Que la cumplamos, eso es otra cosa. Y ojo!: usted ahí en su lago que es de todos, debería ser parte fundamental del examen médico que Chile requiere. Aunque pretenda defenderse, como gato de espaldas.

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