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Sin Memoria y Sin Justicia, No Hay Orgullo

Crédito Foto: Patricio Muñoz Moreno

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Acabo de ver en estos días el documental “Camionas”, tesis audiovisual de periodismo de Carolina Millalen y Daniela Contador, que cuenta la historia de tres crímenes de lesbo-odio ocurridos en la V región de Chile y ante este escenario nefasto de violencia desbordada, no me queda más que enunciar fuerte y claro que las lesbianas, en este país, no tenemos nada que celebrar este día.

Las banderitas multicolor ya llevan unos cuantos inviernos decorando esta invitación al festejo del orgullo, festejo que sólo llega a unos cuantos privilegiados de la – mal llamada – disidencia. Me hace sentido enunciar la “mal llamada” disidencia pues creo importante cuestionar y sospechar, siempre sospechar, de aquellas etiquetas que homogenizan a grupos de personas muy diversas bajo una misma óptica, que instalan un aparente espacio de normalidad donde la disidencia no sería parte y que, en definitiva, rehúyen del uso de un lenguaje explícito que incomoda, como lesbianas, camionas, travestis, trans, maricones, colas, maricas, etc.

Por otra parte, nombro en masculino a los privilegiados de este movimiento por el orgullo porque el patriarcado existe y se sostiene como marco normativo de la vida, por lo tanto, no resultará extraño constatar que este día serán muchos gays masculinos –hombres homosexuales con una expresión de género masculina – quienes celebrarán públicamente este orgullo sin mayores riesgos o complicaciones, porque el patriarcado sustenta sus alianzas entre los hombres y para los hombres. Pero si además este hombre homosexual tiene el doble privilegio de ser blanco o el triple privilegio de pertenecer al exclusivo grupo ABC1 de nuestro país, podrá celebrar a sus anchas el orgullo de ser gay en una hilarante performance despolitizada.

Existen unas contra-hegemonías al sistema heterosexual que no son masculinas-blancas-adineradas, que no se convocan a los festejos televisados del orgullo, ni serán las caras visibles de los eventos higienizados a ultranza. A estas contra-hegemonías los privilegios no les llegan y sólo les salpican las huellas clasistas, racistas, colonialistas, machistas, viejistas, trans-fóbicas, lesbo-odiantes y misóginas de un sistema, perpetuando una existencia que es y que ha sido históricamente marginal.

El 28 de junio se ha transformado en un evento desmemoriado, arrebatado de la lucha que mujeres trans y racializadas levantaron desde su propia revuelta por la defensa de sus derechos en EEUU. A día de hoy el día del orgullo ha sido limpiado para que no incomode y cooptado por instituciones, empresas, medios de comunicación serviles, asociaciones despolitizadas y ONG’s que ven en este evento una oportunidad para sacar un voto, un contrato, un patrocinador, un financiamiento, un logro personal. Este año, en el contexto sindémico feroz que se habita en Chile tras la revuelta social, la crisis sanitaria y la recesión económica, y donde el buen vivir pende de un hilo tan frágil, no se entiende porqué Fundación Iguales decide instalar un escenario en la Plaza de Dignidad para celebrar el orgullo, evento que tras las críticas decide suspender el mismo día, ni tampoco se entiende porqué el MOVILH gesta un evento online protagonizado por un panel eminentemente heterosexual, carente de sentido crítico y descontextualizado de la precaria vida que nos pesa ahora a todas, todes y todos.

Nada del día del orgullo, tal y como se ha estado llevando a cabo en los últimos años,  nos lleva a pensar en los crímenes de odio contra camionas, lesbianas, trans, travestis, maricas, colas y demases que ocurren en Chile, nada de este día interpela a la violencia Estatal contra estos casos, nada cuestiona el sesgo de la justicia chilena en estos crímenes, nada habla de la precariedad económica con la que viven muchas personas LGTBI envejecidas, nada de este día nos debiera hacer sentir orgullo alguno, porque aún falta un trecho largo por caminar en tema de derechos.

Hoy la performance farandulera del orgullo, importada desde la cuna del capitalismo neoliberal, no nos cuenta nuestras historias contra-hegemónicas, no habla de los crímenes de odio contra las lesbianas Mónica Briones, Susana Sanhueza, Nicole Saavedra, María Pía Castro y Anna Cook, tampoco de la tortura y asesinato de Daniel Zamudio, menos del incendio homofóbico de la discoteque la Divine en Valparaíso donde murieron cerca de 20 personas en el año 1993. No, no nos habla de las violaciones correctivas, ni de la violencia político-sexual, porque la precarización de la vida y la violencia que atenta contra nosotras/es/os no importan al modelo actual, porque para el sistema y para sus aliadxs estas vidas no se cuentan, no cuentan y se descuentan.

Por este motivo, desde las contra-hegemonías no nos sumamos a estos festejos despolitizados y desmemoriados del orgullo, auto-gestionamos nuestros propios espacios y momentos para rescatar nuestra historia, hacernos visibles y exigir una vida digna, así nuestras fechas conmemorativas seguirán teniendo un sentir político y crítico, porque sin justicia y sin memoria, no tendremos ningún motivo para celebrar.

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