El perro negro emblemático de la rebelión popular chilena de octubre de 2019, denominado Negro Matapacos por los estudiantes en el año 2012 falleció el año 2017. Yace enterrado en su casa adoptiva. Su ama en una entrevista dada a The Clinic, el año 2012, dice que murió feliz.
Su fama de perro insurrecto había trascendido convirtiéndose en un símbolo de la lucha por la dignidad de millones de chilenos. Nació en la calle en el 2000 en la barriada santiaguina, en una primavera seca y ruidosa, alimentado por su madre junto a sus siete hermanos. De temprano mostró una gran inteligencia, liderazgo y resistencia. De los siete, fue el único sobreviviente. Su aspiración inicial era llevar una vida decente exenta de peligros y precariedades.
Sin embargo, a medida que crecía comenzó a conocer el hambre, el ruido, la violencia de los policías contra vendedores, el castigo cotidiano del sistema municipal contra sus amigos callejeros y la mortalidad causada por los autos de la Alameda. En general, la vida en una sociedad indolente. De allí que en plena adolescencia organizara un grupo de amigos canes para atacar sin misericordia a las ruedas de los miles de autos, según ellos culpables del enloquecedor ruido y la contaminación, que paraban en semáforo de Ahumada con Alameda.
No obstante, esta cansadora acción directa daba pocos frutospara una mejor calidad de vida, dejaba muchos amigos víctimas y los inefables asesinos de la noche igual se encargaban de matarlos a escondidas con bolas de carne y estricnina. Él y sus amigos olfateaban la muerte química y se alejaban, sobrevivían cogiendo algún hueso de pollo frito, un mendrugo de pan, con la esperanza de alguna vez de tener un hogar. Pero los tiempos eran malos para eso. Cada vez más compañeros sin casa, la comida se hacía poca, la desesperanza cundía.
Un buen día, en la Alameda vio cómo los policías golpeaban a los estudiantes en una marcha por una mejor educación. Él había visto muchas veces perseguir y golpear a sus amigos y diversos tipos de gentes días y noches. Ese día, de pronto,iluminado por la lucha de la primera línea estudiantil, no tuvo ni una duda y como un celaje voló por los aires y de un mordisco capturó el potente chorro de agua lanzado por el vehículo de la policía. Ese día enronqueció de tanto ladrarles e intentar morder a los polis subrepticiamente. El gas que lanzaban era asfixiante y su nariz sangraba con cada aspiración. Los muchachos se replegaban y avanzaban como una viva marea y él junto con ellos. Durante el fragor del combate el jefe de la Primera Línea de estudiantes, le dijo: ¡Negro Matapacos ven para acá! Y lo abrazó, poniéndole un pañuelo rojo con una estrella blanca en su cuello. Los chicosreplegados, retornaron a la universidad y allí de pronto en la seguridad de los campus Matapacos conoció el cariño, la comida, el afecto. Los chicos cantaban, se daban besos, hacían el amor, lo acariciaban.
Él, después de muchos años, adquirió una familia. Sentía que su vida había adquirido otra dimensión. El enemigo opresor, causante de las desgracias de mucha gente, era compartido. La vida amorosa de Matapacos había sido intensa, se murmuraba de al menos 56 compañeras caninas que con consentimiento habían aceptado sus caricias. De vez en cuando, visitaba algunas y jugaba un rato con sus hijoscachorros.
Sin embargo, sus ojos estaban puestos en las movilizacionesen el combate callejero. Su ama dice en la entrevista señalada que durante diciembre Matapacos entraba en un abatimiento total. Pasaba días y días deprimido echado a la sombra en un rincón del patio. Casi no comía. Ella le decía: “Los niños están de vacaciones pero volverán en marzo”. Movía la cola, levantaba una oreja, y sus ojos brillaban un momento. Así pasaba el verano.
En marzo, que distinguía por el mayor movimiento en la ciudad comenzaba la mañana alerta. Iba hacia la puerta del patio y oteaba el horizonte, las orejas erguidas. Cuando escuchaba la explosión de las lacrimógenas, su cuerpo se estremecía y salía disparado hacia la Alameda y se ponía a la vanguardia de la marcha. Durante cinco años condujo la batalla en primera línea. Los policías lo odiaban, porque nunca se confundió de bando y atacaba sin temor. Durante todos esos años siempre estuvo dando la batalla con los estudiantes, los desempleados, los millones de chilenos contra la opresión policial.
Durante la rebelión popular de octubre, ya no de presencia sino como un símbolo de la Rebelión Popular. Su silueta, colocada en banderines, poleras, panfletos y rayados. Así su fama trascendió más allá de las fronteras nacionales y ahora cada corazón de estudiante lo lleva consigo. Solo el pueblo crea símbolos inmortales, las estatuas de sus opresores caenderribadas, la figura del Negro Matapacos crece, crece y se agiganta, igual que la Rebelión Popular.
