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Divididos para unir a Chile

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Con motivo del plebiscito, casi todos los partidos han empezado discutiendo para terminar trabajando juntos, pero republicanos partió este proceso unido para terminar ahora discutiendo.

El éxito electoral no ha llevado a este partido a una mayor cohesión y puede ser que el motivo principal para este extraño fenómeno se relacione con una presencia demasiado invasiva de una campaña presidencial en la definición constitucional.

Los partidos invierten mucho tiempo en procesar sus diferencias internas, pero en este caso tal esfuerzo dejó de hacerse en vista de la proyección del liderazgo de Kast y lo que no se sana, empeora.

Todas las tiendas políticas llegan a los días previos al plebiscito contusas, en algunos casos, pero manteniendo la compostura. Aun así, dan una explicación plausible de los pro y contra que los llevaron a definirse.

No ha ocurrido otro tanto con republicanos. Nos encontramos con varias conferencias de prensa, cada una explicando por qué se vota A favor o En contra, pero lo que ni unos ni otros explican es por qué no hacen lo mismo si son un partido.

Lo que está faltando es lo más sencillo y simple: contar por qué fue que lograron tener mayoría en el Consejo Constitucional, votaron juntos todas las propuestas, aglutinaron al resto de la derecha tras de sí, pero después informaron que van a hacer cosas distintas. Hablar de parlamentarios descolgados no basta.

¿Cuáles fueron los procesos internos destinados a resolver en conjunto que fracasaron? ¿Por qué no hay una historia oficial al respecto?

Se trata del misterio menos misterioso que se pueda imaginar. Cuando hay quienes deciden por su cuenta, sin explicar más que sus motivos personales, haciendo como que no se dan cuenta que el partido no está actuando como tal, solo se debe a que la fuente de la desavenencia es el liderazgo principal.

Si no se dice más es porque nadie está dispuesto a ceder en su posición, pero no por ello quieren perjudicar directamente a su opción presidencial.

¿Qué sigue ahora? La rebelión de los territorios recién conquistados, desde luego. Lo que ha hecho republicanos es imponerse en la oposición. Los partidos de Chile Vamos han tenido que tragarse el orgullo, olvidarse de que hasta el año pasado tenían la conducción de su sector para terminar recibiendo instrucciones de cómo votar. Serían de otro planeta (uno del tipo masoquista) si estuvieran contentos. La centroderecha recuperará algo de independencia.

Ahora resulta que las instrucciones no las han estado recibiendo de un partido, sino de un comando presidencial que ha estado operando con mano de hierro y sin guante blanco. No por nada, la franja republicana será la franja de Kast.

Asusta el uso de este procedimiento contraindicado de dividirse intentando convencer de que se puede unir al país. Si se aplica en una campaña, el resultado es confuso, pero si se aplica en un gobierno, es el desastre completo.

Lo que tenemos es el reciente triunfo electoral de un partido, pero la conducción de un pequeño grupo dentro de él que cuando está de buenas se impone y cuando está de malas prescinde de los disidentes. En todo esto los procedimientos democráticos están sorprendentemente fuera de consideración.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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