miércoles, mayo 1, 2024
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Un Poco de Sexo Entre Tanta Política

Crédito foto: Kurt Francois.

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Estamos viviendo un verano tórrido, pero no precisamente por lo erótico. Contagios por Ómicron a diestra y siniestra. Un gobierno entrante que se prepara en forma seria y rigurosa. Un gobierno saliente que abandona en forma escandalosa el escenario. Una derecha al borde del paroxismo (y de la “estupidez” como dijo la diputada Carmen Hertz), tratando de enlodar a las autoridades que vienen, sin inmutarse cuando las suyas enlodan su nido sin ninguna vergüenza (como un canciller que se cambia de pega antes de entregar su cargo).

En fin, un verano caliente, caliente, acompasado con inéditas temperaturas de 38 y 40 grados en algunas zonas. Por ello, se hace necesario salirse un poco de la política de bajo pelo y adentrarse en el sexo y sus misterios. Creo que, a estas alturas, es más productivo y menos especulativo…

Por ejemplo, podemos hablar de aquella frase, tan común entre mujeres, respecto de que “siempre es bueno tener sexo porque así se evita que salgan arrugas”. La frase viene al caso generalmente cuando las amigas se cuentan alguna experiencia sexual “free lance” que han tenido, tendrán o esperan tener…

Sin embargo, no me incluyo en ese grupo porque creo que esa afirmación no es verdadera. Y es más, me parece que apunta a una cierta masculinización de la mujer, es decir, a justificar encuentros sexuales del tipo que dicen practicar muchas veces los hombres: sexo vacío, sexo “pelado”, sexo por sexo. No la comparto porque no creo que sea cierto que a las mujeres nos venga bien el sexo sin “cuento”. No creo que sea algo que realmente nos guste y satisfaga porque es sabido que la conducta sexual femenina es mucho más compleja y sofisticada que aquella del mundo masculino. Para nosotras, los caminos del sexo son como los caminos de la vida… mucho más intrincados y “no como uno los imaginaba”, como canta Vicentico.

Para partir, hay que señalar que en las mujeres el sexo requiere de alguna conexión emocional. No basta el vínculo sexual. De allí lo del “cuento”. Fisiológicamente, el acto sexual para el mundo femenino no es nada básico. Por ejemplo, los hombres tardan unos 10 segundos para lograr una erección y pueden alcanzar el orgasmo solo con la estimulación del pene, quedando satisfechos con la penetración y la eyaculación. Las mujeres, en cambio, necesitan más tiempo para excitarse y, por supuesto, requieren otro tipo de estímulos aparte de los visuales, como caricias sensuales y cariñosas en todo el cuerpo, especialmente en las zonas erógenas (cuello, pezones, orejas, pies, entre muchas otras, muchas más que las de los machos). No les basta la estimulación de sus genitales. También influye el orden en que cada parte de sus órganos sexuales es acariciado y ¡OJO! no hay una única secuencia que sea siempre igualmente efectiva para la excitación. Además, la mujer requiere para un orgasmo satisfactorio caricias antes, durante y después del coito y generalmente no lo alcanza con el mero estímulo del pene en su vagina. También necesita que su clítoris sea estimulado mientras la penetran.

Tiendo a poner en duda aquello del gusto por el sexo meramente deportivo porque es sabido también que la mujer vive de manera distinta al hombre –fisiológicamente hablando- la abstinencia sexual que le puede imponer temporalmente la vida. Aunque hombres y mujeres cuentan con el mismo mecanismo evolutivo, en ella éste es más fuerte. Es decir, tiene más posibilidad de poner a raya el apetito sexual en momentos de escasez. Para la mujer, si no hay estímulo (un hombre a la vista, en su caso) por un largo periodo de tiempo, la excitación sexual desaparece y se desvanece el deseo imperioso. Esto de que cuanto menos sexo se practique, menor será la necesidad rige para hombres y mujeres, pero parece ser más fuerte en el género femenino. La antropóloga y bióloga estadounidense Helen Fisher plantea la otra cara de la medalla de este mecanismo, es decir, cómo opera el ser humano cuando hay sobreabundancia: “El sexo es como el chocolate: cuanto más se tiene, más se quiere”…

El truco que habría ofrecido la evolución para enfrentar los periodos de “vacas flacas” explicaría el celibato, las separaciones amorosas obligadas, las largas condenas carcelarias. En fin, el sobrevivir sin practicar sexo en forma periódica. Algo que viven las mujeres con mayor facilidad que los hombres. Por ello no creo que uno de los subproductos del sexo, “atenuar las arrugas”, sea un argumento suficiente para practicar sexo sin alma ni corazón de por medio.

Más aun si, como señalan decenas de estudios sobre el tema, las mujeres tienen mucha más intolerancia al mal sexo o al sexo vacío, padeciendo en porcentajes muy superiores a aquellos que se dan entre los hombres, baja del deseo (también llamada “pereza sexual”) o falta de éste. Sorprendentemente, un estudio hecho entre 30.000 mujeres españolas, dado a conocer hace una década, señalaba que a la mayoría de ellas no les preocupaba ni les causaba malestar no tener deseo sexual…

El deseo sexual femenino es complejo y frágil. Por ello aunque, según la ciencia, hacer el amor produzca doble cantidad de estrógeno, lo que permitiría mantener la piel suave y el pelo brilloso (¡de allí el argumento de las arrugas!), no creo que este valor agregado –entre muchos otros- sea suficiente incentivo para practicar sexo por sexo.

Ahora, es cierto que en las mujeres, pasado un tiempo de relación, no hace falta el deseo para excitarse. Se ha estudiado que en los primeros años de una relación, el deseo (que se da a nivel cerebral) siempre precede a la excitación (que ocurre a nivel genital). En los hombres esto no cambia (la testosterona estaría ligada a ello) pero, según especialistas en el tema, al cabo de unos dos años aproximadamente, un 50% de las mujeres ya no sentiría deseo en forma espontánea.

La pasión disminuye o se apaga lo que no quita que, si se las estimula, las mujeres disfruten el sexo. Es decir, en ellas la excitación pasa a preceder al deseo. Ahora, esto no ocurre en el aire. La rutina, los problemas de pareja, el aburrimiento, la pandemia, la insatisfacción sexual pueden ser los factores que apaguen el deseo porque es claro que muchas mujeres sienten “pereza” sexual solo dentro de su relación pareja…

Con todo este cuadro, donde no hemos hablado siquiera de cómo en el sexo del género femenino influyen factores psicológicos, culturales, sociales (que hacen que a veces las mujeres parezcan menos predispuestas al sexo, según reclaman muchos hombres), me sigue pareciendo poco creíble aquello de optar por el sexo vacío. Más bien creo que las mujeres, cansadas de tanta carga maldita respecto del sexo, optan hoy en día por parecer tan libres como los hombres en este ámbito. Sin pensar que ese no es el camino. Porque la libertad de los hombres muchas veces es lo contrario. Pasa por una cierta esclavitud, por la obligación de cumplir, de estar disponible, de no arrugar (no de no arrugarse…) aunque no tengan ni mucha química con quien tienen adelante.

Pienso que las mujeres debiéramos asumir con plena libertad que el sexo nos gusta porque es casi una “experiencia religiosa”, en el sentido que es una experiencia donde disfrutamos de verdad solo si podemos meter alma, corazón y cuerpo. No vivimos el sexo genitalmente. No podemos hacerlo porque biológicamente no estamos estructuradas para ello. De modo que buscar “un polvo por un polvo” no es el sentimiento que nos calza. Más bien deberíamos aprender a requerir lo que nuestra naturaleza necesita: relaciones sexuales con romanticismo, con vínculo afectivo (aunque sea esporádico), con fantasía, con proyección (aunque sea finita). Es decir, no seguir adaptándonos al esquema del macho, no seguir operando con el mecanismo “estoy para complacerte”, no intentando encajar en su biología o en forma de apearse del caballo.

Ese camino sería más libre y liberador que creer el “sexo pelado” hace felices a las mujeres. Creo que muchas preferiríamos estar más arrugadas pero más plenas…

 

 

 

 

 

Patricia Collyer
Patricia Collyerhttps://pagina19.cl
Periodista y Psicóloga.

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