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Venezuela: El Lado Indeciso de la Historia

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En el drama venezolano todos los actores coinciden: curioso equilibrio y extraña coincidencia. Democracia, paz, legitimidad, lealtad, respaldo, constitucionalidad, legalidad, el lado sensato de la historia contra el lado equivocado, tránsito pacífico. Adjetivos al por mayor son los componentes  centrales del discurso de cada uno de los contendientes en el convulsionado país. Frente a esto, lo sensato es mirar las conductas.

En los hechos y en las calles nada de aquello se ve como posible. Disparos, gases lacrimógenos, atropellos, pedradas, gente desplazándose, bases militares tomadas y recuperadas o nunca tomadas, dirigentes relevantes entrando en embajadas, sus casas allanadas, megáfonos llamando a los militares a la deserción, choques clásicos entre manifestantes y la policía sin ningún efecto estratégico o modificatorio.

Estamos en el lado indeciso de la historia. Los actores decisivos observan, esperan y apoyan a la distancia con frases referidas a lo que harían, amenazan, se alinean.

Nadie logra imponerse. Por ahora, ha fracasado una embestida. Guaidó recibió, probablemente, certezas que no fueron cumplidas, las masas indecisas no reaccionaron como se esperaba, excepto los fanáticos correspondientes. Maduro, como De Gaulle en el 69, se repliega y juega al agotamiento de los insurrectos. Al final del día, lanza la carta de la lealtad militar, indispensable para sostenerse. Instala así un componente realista y serio rodeado de los más altos mandos.

En el escenario estratégico lo cosa es muy diferente.

El objeto del deseo no es ninguno de los valores adjetivados en los discursos, sino algo tan rotundo y material como el petróleo.

China, Rusia, EE.UU. Cuba, Irán, Turquía miran en esa dirección y esperan.

Venezuela posee reservas para los próximos cincuenta años. El acceso a esas reservas dependerá de quien tome el control del gobierno, dependerá de quién apoye lo suficiente, dependerá de quién controle el fiel de la balanza y logre vínculos decisivos entre la política, la diplomacia, las armas, las empresas y el petróleo.

Por ahora, los satélites hacen lo suyo así como la interferencia de las comunicaciones, el despliegue de espías mirando e influyendo las conductas y los centros de análisis evaluando el futuro. Los militares diseñando las maniobras necesarias, evaluando el volumen de fuerzas, las cantidades de dinero, los diplomáticos eligiendo amenazas, moviendo a los organismos internacionales pertinentes. Comandos a la espera.

A ese nivel, poco les importa lo que ocurra y cómo ocurra, siempre que me posicione en el lugar preciso acompañado de quienes sea necesario para acceder a ese petróleo.

Resulta patético, entonces, ver a ese pueblo sufriente, llenos de esperanza algunos, temerosos otros, mirando inquietos el futuro, el pequeño futuro de sus vidas, desde sus anhelos, sus carencias, sus pequeños sueños cotidianos.

Patético, cómo el modelo mundial que hoy define lo que las gentes pueden soñar, hacer o pretender hacer, desear o vivir, construido para favorecer los enormes intereses en juego, puede disolver rápidamente, por medio de giros violentos o presiones insoportables esos sueños, las mejores intenciones, los ingenuos planes de algunos.

Estamos en el lado indeciso de la historia, donde los valores finalmente valen nada.

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