periodista
Cuba debe ser el país que más «fake news» (noticias falsas) ha soportado desde el inicio de la Revolución en 1959. Estos 60 años de aniversario sorprende a la mayor de las Antillas con un insólito recrudecimiento del criminal bloqueo económico ordenado por el presidente norteamericano Donald Trump.
«Si un ciudadano norteamericano quiere recuperar el terreno donde hoy se levanta el puerto de Santiago de Cuba, que venga a arrebatárnoslos de nuestras manos», expresó un habanero con una ancha sonrisa.
La noticia sobre la porfiada insistencia en aplicar el capítulo III de la enmiennda Helms Burton que, en la década de los noventa suspendió su puesta en práctica por la poca factibilidad real para empresas norteamericanas para recuperar bienes nacionalizados por la Revolución, algunos incluso indemnizados de acuerdo al derecho internacional.
Hoy en día, Cuba se erige como una de las pocas naciones que ha alcanzado los más bajos índices de mortalidad , de obesidad infantil y supera en políticas de salud, nutrición y educacion pública gratuita y de calidad a muchos países de los cinco continentes.
Los enemigos de la Revolución confiaban que, al igual que ocurrió con algunos países socialistas de Europa, los adelantos científicos y técnicos, lograron desestabilizar el sistema socio-político y provocaron, en gran medida, el derrumbe del mal llamado «socialismo real», en realidad una suerte de capitalismo social de Estado. Nada más lejano que la realidad cubana contemporánea.
A sesenta años de la Revolución, los gobiernos de Raúl Castro y de Miguel Díaz Canel han enfrentado con sagacidad y prontitud la globalización, los avances en electrónica y la influencia de las redes sociales en el sistema de comunicaciones e información.
Se ha dicho que los cubanos no tienen acceso masivo a celulares, a Wi Fi, a Internet, a tarjetas magnéticas de crédito y débitos, a las casas de cambio, todas expresiones de la modernidad que están absoluta y libremente presentes en la cotidianeidad cubana.
Un gran paso para impedir la invasión de divisas enviadas por la emigración a la isla, que pudo provocar una debacle económica, se superó magistralmente con la introducción de un sistema de moneda convertible que reduce considerablemente la influencia del dólar en el mercado cubano, logrando cierto equilibrio y sobretodo la defensa de la producción e industria nacional.
La agroindustria ha visto nacer complejos rurales que superaron las centrales azucareras de otrora que abrieron paso a una economía abierta y competitiva, con productos como el litio y el oro, molibdeno y cobre, aunque en montos reducidos pero valiosos.
Con más de 11 millones de habitantes, centenares de miles de turistas provenientes de todos los países, se encuentra asegurada la alimentación sana y sustentable para todos. Y existen relacioes amistosas, colaborativas y solidarias con naciones como Venezuela, Irán, Rusia y China, que permiten augurar un mejor futuro para las generaciones venideras tras años de privaciones, sacrificios y muestras de patriotismo y heroismo sin límites.
El pensamiento crítico está presente, al igual que la crítica propositiva de las organizaciones sociales que fiscalizan el comportamiento de autoridades y mandos medios con acuciosidad y responsabilidad, pero con firmeza y convicciones, contra la burocracia y la corrupción.
Las seis décadas del profundo proceso de transformaciones iniciado el 1 de enero de 1959 no se detiene según puede constatar cualquier testigo objetivo y bien intencionado que, luego de conversar con ciudadanos en calles y plazas del país, reciben conmovedores mensajes de mística, solidaridad, compromiso y unidad como el demostrado en las ciudades y poblados de la isla el pasado 1 de mayo.