viernes, abril 26, 2024
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Orlando Milesi, editor de “Corresponsales bajo Dictadura”: un Rol Fundamental pero Olvidado

Crédito Foto: Patricio Muñoz Moreno

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El histórico y, hasta hoy inédito, experimento que significó el intento de las fuerzas unidas de la izquierda chilena por transitar al socialismo a través de las estructuras democrático burguesas, fue foco de atención mundial incluso antes que Salvador Allende “entrara con el pueblo a La Moneda”, el 3 de noviembre de 1970.

Ya a partir de su triunfo en las urnas, los intentos por desestabilizar al país y por fraguar un golpe de Estado que impidiera su llegada a la Presidencia, a través del asesinato del general René Schneider, Comandante en Jefe del Ejército, marcaron dramáticamente esos días y los que vendrían. No era solamente que el mundo mirase con expectación cada mañana en el periódico lo que iba sucediendo en Chile. Eran también las grandes corrientes políticas de la izquierda y el progresismo internacional, los partidos eurocomunistas, los países del área soviética, aquellos donde gobernaba la socialdemocracia y también la Casa Blanca -¡cómo no!- los que nos observaban con curiosidad casi científica.

Portada del Libro

Ese escrutinio permanente tuvo sus ojos y oídos en las agencias internacionales de noticias y en los periodistas acreditados -chilenos o extranjeros- que trabajaban para ellas, o en aquellos que despachaban para los grandes medios de la prensa escrita o audiovisual mundial, los “corresponsales extranjeros”. Ellos fueron testigos fidedignos de lo que iba ocurriendo en Chile durante los 1000 días del proceso de la Unidad Popular. Lo fueron en todos y cada uno de los escollos que puso la derecha a la construcción del socialismo; lo fueron en el ensayo general del golpe de Estado del 29 de junio de 1973 -el “Tanquetazo”- episodio que cobró la vida de uno de ellos, el camarógrafo argentino  Leonardo Henrichsen, quien filmó su propia muerte cuando era ultimado por un uniformado frente al Banco Central. Y lo siguieron siendo el 11 de septiembre de 1973, cubriendo para el mundo el crimen de bombardear La Moneda, la muerte del Presidente Allende y el horror que, a partir de ese momento, se desataba sobre este pueblo.

Pero es después del golpe de Estado cuando el quehacer de los corresponsales extranjeros asume un carácter distinto, imprescindible, casi misional. Cubrir lo que sucedía en el oscuro Chile de Pinochet durante los 17 años que duró ese régimen y transmitirlo al mundo, implicaba circunstancias durísimas, excepcionales, donde se convivía con el miedo a diario. De esas historias de coraje, de mucho coraje, trata el libro “Corresponsales bajo Dictadura”, editado por el periodista Orlando Milesi, quien fuera por largos años reportero en Radio Chilena y luego corresponsal de la agencia italiana de noticias ANSA (Agenzia Nazionale di Stampa Associata).

¿Cómo se gestó la idea de reunir en un libro las experiencias de los periodistas chilenos que ejercieron como corresponsales de agencias o medios internacionales?

El Museo de la Memoria invitó hace unos años a varios corresponsales extranjeros a grabar un documental con sus experiencias de censura y represión en tiempos de la dictadura chilena. Se buscaba dejar en los archivos del Museo un testimonio de ese trabajo, que serviría a la memoria colectiva de los chilenos y, a la vez, como un reconocimiento de la labor de esos periodistas. Entonces, varios pensamos que se requería también un texto impreso con algunas de las historias que habitualmente nos contábamos entre nosotros sobre el ejercicio del periodismo en esos años. De allí surgió el trabajo individual de quienes se sintieron convocados con estas urgencias para la profesión y para los futuros periodistas.

¿Esos corresponsales fueron efectivamente “los ojos y oídos” de lo que sucedía en Chile y que se transmitía para el mundo?

Efectivamente fue así. Muchos medios chilenos, en medio de la censura reinante, utilizaron textos enviados al exterior por las agencias de noticias para reproducirlos parcialmente en su sección “cables” o internacional. De alguna manera, sacaban las castañas con la mano de los corresponsales, atribuyéndoles las afirmaciones contenidas en los párrafos.  Pero así permitían que circularan en Chile informaciones sobre este país ya divulgadas en el extranjero.  No tenemos la menor duda que los extranjeros y los chilenos que vivían fuera, exiliados o no, tuvieron mejor acceso a información sobre lo sucedido en Chile que los compatriotas que vivieron aquí durante todo ese período.

¿Por qué Pinochet -con el poder omnímodo que ostentaba- no procedió simplemente a clausurar o suprimir la autorización para el ejercicio periodístico a esas agencias o profesionales, en circunstancia que eran chilenos y no extranjeros, al estilo de Trump con el corresponsal de la CNN?

En realidad, Pinochet clausuró el funcionamiento de agencias de noticias, como el caso de ANSA tras el atentado en contra suya en el Cajón del Maipo. Fue por la publicación de un comentario del entonces corresponsal de ANSA en Estados Unidos quien, en un artículo de opinión, dijo que no había unidad plena en el ejército chileno. La corresponsalía de ANSA en Chile no era responsable de ese texto, pero la clausura le cayó encima y durante más de dos semanas estuvimos cerrados, sin transmitir.  El rol del gobierno italiano entonces permitió, tras arduas negociaciones y considerando el daño de imagen que significaba nuestro cierre, la reapertura de la oficina. Cuento este episodio, pero hubo muchos otros de presiones, vejaciones y coacciones en contra de las agencias. Entre esos, los disparos en contra de las oficinas de France Presse, en Alameda con Nataniel. Una bala traspasó el ventanal y quedó alojada en un muro. Esa bala vino desde las inmediaciones del palacio de La Moneda, dijo un investigador. Fue una gruesa advertencia a France Presse tras las informaciones que envió al exterior sobre los incidentes ocurridos en el Parque O’Higgins durante la visita del papa Juan Pablo II.

En el medio periodístico de aquella época se daba por hecho que los corresponsales extranjeros gozaban de una suerte de “inmunidad” diplomática. Se comentaba, incluso que, en caso de que la dictadura les apremiara, el propio embajador vendría a rescatarlos. ¿Qué hay de cierto en eso?

Creo que todos sentíamos ese paraguas y le dábamos quizás más relevancia de la que tenía para que no nos dominara el miedo y poder trabajar con menos sobresaltos.  Pero las mismas historias contadas en este libro dan cuenta de los apremios, torturas y expulsiones del país sufridas por corresponsales que nos atrevíamos a romper la censura imperante que afectaba a personeros y hechos de la política, principalmente opositores.  Hay casos de rescate por parte de diplomáticos, como el de Francia, contado en este libro por Liliana Martínez. Pero, como en toda dictadura, la inmunidad de la prensa es siempre relativa.

¿La relativa libertad para informar de la que disponían los periodistas chilenos que trabajaban para agencias y medios extranjeros sobre los atropellos que cometía el régimen militar, se condecía con las acciones de los organismos humanitarios y de DD.HH?

“Corresponsales del Odio” fue el título de una publicación de la prensa chilena de entonces que identificó así a quienes trabajábamos en las agencias. Sobre ellos se apuntó con el dedo para que la opinión pública los identificara como enemigos de Chile, inventores de historias irreales y mal intencionados que solo buscaban desprestigiar al dictador.

En realidad, una de nuestras principales fuentes de información fueron las organizaciones de defensa de los DDHH. Estas acudían a la prensa local e internacional. La primera, muchas veces les dio con la puerta en las narices. Nosotros les abríamos nuestras oficinas e informábamos al exterior de sus graves problemas, aunque siempre incluyendo la versión oficial sobre lo sucedido. Éramos sus aliados para contar la verdad, pero no en el sentido de hacer oposición, porque no nos correspondía. El desprestigio de las autoridades provenía de los porfiados hechos.

Hubo episodios de mucho riesgo en el quehacer de los periodistas no alineados con el régimen. El sólo hecho de ser comunicadores sociales ponía a los periodistas bajo el directo escrutinio de la Dirección Nacional de Comunicación Social (DINACOS) y se arriesgaba censura, detención, tortura o muerte (como ocurrió). Imagino que era algo especialmente sensible para los corresponsales extranjeros, a quienes Pinochet culpaba de proyectar al mundo la pésima imagen de su dictadura…

Todos estábamos bajo la lupa de DINACOS que renovaba anualmente nuestras credenciales. Ellos tenían los datos personales de cada uno. Y también tenían copias de los textos que enviábamos al exterior debido a las intercepciones ilegales. No solo conocían los que eran publicados sino también los textos originales enviados pues las líneas de transmisión estaban “pinchadas” o intervenidas.

En uno de los capítulos del libro, Enrique Guzmán de Acevedo cuenta el episodio de torturas que vivió cuando acudió al hotel La Leonera, en abril de 1975, junto a otro profesional extranjero. Fueron a cubrir la información sobre la creación del movimiento de Unidad Nacional impulsado por Jaime Guzmán. Las torturas y apremios que Enrique recibió ese día fueron seguidas de arresto en Cuatro Alamos y, semanas después, de amenazas personales a él y a su familia. En febrero de 1976 Guzmán de Acevedo debió abandonar Chile y viajó a París para exiliarse con la protección y ayuda de la embajada de Francia.

 ¿Hay algún episodio de tu larga experiencia como corresponsal de ANSA que te haya marcado en lo personal, en lo humano?

Una de las experiencias más fuertes fue el episodio del fotógrafo Rodrigo Rojas Denegri y la joven Carmen Gloria Quintana, quemados por una patrulla militar en la población Los Nogales el 2 de julio de 1986 durante una jornada de protesta en contra de la dictadura. Tuve información de primera mano sobre lo ocurrido de parte de pobladores y de un sacerdote católico de la zona. Era difícil, primero, creer que una acción tan salvaje pudo haber ocurrido realmente. Rojas Murió. Por mi ejercicio profesional tuve luego contacto con el padre de Carmen Gloria  Quintana, la joven sobreviviente, a fin de facilitarle otros contactos para que iniciara su recuperación médica.

¿Cuál es el sentido profundo de este libro, para el que coordinaste la edición y los textos de diecisiete periodistas, colegas tuyos en el riesgoso ejercicio de ser corresponsales extranjeros en el Chile de la dictadura?

Son dos los principales objetivos. El primero, contar a la opinión pública chilena relatos de primera mano, vividos y o reporteados, de periodistas que expusieron sus vidas a fin de contar la verdad de lo que sucedía en Chile durante esos años.  Que todos sepan que algunos profesionales de la prensa cumplieron, en esas duras circunstancias,  con su misión profesional lo que ayudó a reconquistar la democracia. El segundo objetivo apunta a que nuevas generaciones de periodistas conozcan  esos hechos a fin de incorporar las lecciones pertinentes para su actual ejercicio y para atesorar la libertad de prensa como un bien que hoy y siempre debemos cautelar.

Luis Hernán Schwaner U
Luis Hernán Schwaner Uhttps://pagina19.cl
Periodista.  (ex Presidente del Colegio de Periodistas de Chile).  

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