viernes, abril 26, 2024
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Mujeres, Militancia Revolucionaria y Maternidades

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Entre las décadas de los 60 y 80 en Latinoamérica, las mujeres se insertaron en organizaciones político-militares de izquierda, militancia femenina revolucionaria que les abrió nuevos espacios históricamente masculinos y les permitió transgredir mandatos de género, pero ¿cómo fue su participación, cómo vivieron los mandatos militantes revolucionarios, sus relaciones de pareja, sus maternidades, cuáles fueron los obstáculos que enfrentaron?

Son temas que aborda la periodista y académica de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Tamara Vidaurrazaga Aránguiz, en el proyecto Fondecyt “Voces intergeneracionales: madres e hijos de la Nueva Izquierda Revolucionaria del Cono Sur en la historia reciente (Argentina, Chile y Uruguay)”, en el que analiza la militancia revolucionaria de las mujeres en Chile con el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), en Uruguay con el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) y en Argentina con Montoneros  y el Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP) y donde  indaga también en las memorias de los hijos e hijas de estas militantes.

La doctora en Estudios Latinoamericanos realizó su tesis de Magister en Estudios de Género y Cultura en América Latina, sobre las memorias de mujeres del MIR, la que dio vida al libro “Mujeres en Rojo y Negro. Reconstrucción de la memoria de tres mujeres miristas. 1971-1990”. Luego, en su tesis doctoral, investigó con una mirada feminista y de género las militancias femeninas en las nuevas izquierdas revolucionarias, miristas en Chile y tupamaras en Uruguay.

En conversación con Página 19, explica que la investigación se centra en organizaciones específicas que comparten una moral militante revolucionaria “que es esta cultura política donde hay mandatos militantes que son rígidos, disciplinares y que tienen un ideal que no solo tiene que ver con cómo quieren que sea la sociedad, sino también con cómo quieren que sean los sujetos, hay mandatos de comportamiento relacionados al heroísmo, la sacrificialidad, al martirilogio, la austeridad, la ejemplaridad”.

Maternidades y el espejismo de igualdad

¿De qué forma se insertan las mujeres en organizaciones con esta cultura política?

Las organizaciones político-armadas convocaban a las mujeres a sumarse, pero su discurso era  que las convocaban como una más, literalmente dicen “un combatiente más, un guerrillero más”, es decir, se ocultan las diferencias con un sujeto neutro, y es bien recurrente que en la etapa inicial las mujeres si se sientan parte de esa igualdad, lo que algunas autoras llaman “el velo de igualdad” o el “espejismo de igualdad”. Con el tiempo, ellas cuentan todo lo que tuvieron que hacer para ser igual a los otros, como aguantar las emociones, masculinizarse, incluso en las ropas, en las improntas, hacen mucho esto de travestirse físicamente y en comportamiento, tratar de ocultar todo aquello que evidencia mi diferencia, y lo que arrojan los testimonios es que las que llegaban más arriba eran precisamente las que podían cumplir con eso, entonces en un momento este velo de igualdad, que es sólo un espejismo, se rompe.

La académica señala que una de las cosas con las que se rompe más brutalmente el espejismo de igualdad es con la maternidad, “cuando tienen hijos es muy evidente que no son iguales, quienes se tienen que quedar con lo hijos son ellas, incluso si quieren seguir participando van a ser ellas las que tomen la decisión y para hacerlo deberán romper con una maternidad que cumpla con las expectativas tradicionales y cargar con eso, porque históricamente los hombres se separan de los hijos por un montón de proyectos, pero no las mujeres. O sea, aunque vivan lo mismo la decisión es mucho más dura para ellas”.

¿Cómo viven esta tensión de ser guerrillera o madre?

 Lo que muestran los testimonios es que cuando ellas hablan de los costos de la militancia, el más reiterado tiene que ver con los hijos y no sólo con haberlos dejado, también el reencontrarse con ellos y cómo los hijos les siguen cobrando hasta el día de hoy, y los hijos e hijas en las entrevistas expresan lo mismo, que es doloroso haber sido “abandonados”, pero no tiene comparación cuando los dejó la madre que el padre.

¿Esta es la razón por la que se suma la memoria de los hijos e hijas?

Mirando las maternidades salieron temáticas como los conflictos, las tensiones y  las culpas. Un tema recurrente era qué había pasado con los hijos, por eso ahora miramos estas maternidades en relación a esos hijos, cómo cuentan la historia estas mujeres y cómo la cuentan sus hijos e hijas, qué pasó con esta nueva generación, cómo lo vivieron, lo recuerdan y cómo lo entienden desde el hoy. Por eso, se entrevistan a hijos que sólo el padre era militante y otros que tuvieron a madre y padre militantes, y en ese caso fueron las mujeres las que tomaron la decisión de dejarlos o a veces no dejarlos, pero estaban expuestos a una situación de mayor peligro porque sus mamás militaban. Nuevamente son las maternidades las que develan esas diferencias.

El estudio recoge testimonios de hijas e hijos de militantes revolucionarias, además de producciones culturales que han desarrollado algunos de ellos, como poesía, documentales y novelas, obras creativas que según Vidaurrazaga son una forma de hacer memoria desde otro lugar y de decir cosas que quizás es difícil expresar de otra manera.

La investigadora subraya que esta tensión con la maternidad la viven incluso aquellas militantes  que no eran madres: “Las tupamaras caen veinteañeras, sus condenan fueron largas, entonces las que no tuvieron o decidieron no tener hijos, cuando se encuentran en las cárceles condenadas a 30 años enfrentan el tema de la maternidad, no sé si quiero tener o no, pero ya no tengo posibilidad de decidir, lo señalan claramente en los testimonios. Para ellas era todo un tema, los hombres salieron y podían tener hijos. Para ellas no era así, o tenían en ese momento o ya no, entonces no solo para las que tuvieron hijos y debieron separarse, sino que en general para todas las mujeres el tema de la maternidad es un punto de inflexión para recordarles que en realidad no podían ser uno más dentro de la organización”.

 ¿Las organizaciones revolucionarias no lograban romper con mandatos tradicionales?

 Las mujeres ingresaron a un espacio que, históricamente, ha sido menos habitado por las mujeres y que en términos culturales no está pensado para las mujeres ni para lo femenino, por eso los gay son discriminados en estas organizaciones, se pensaba “son débiles y van a entregar información al enemigo”, porque no sólo es un espacio cerrado para las mujeres con sus cuerpos, sino también para la feminidad, considerada la debilidad. Entonces, ellas ingresan a este espacio en calidad de “extranjeras” y deben demostrarlo constantemente que cumplen, los testimonios recurrentemente expresan eso, “estar a la altura”, “demostrar que tengo lo suficiente”, “no sé si dejar a mis hijas pero no puedo escudarme en esto para no ser una verdadera revolucionara”, “el Che y Fidel pudieron hacerlo, yo tengo que poder como ellos”. Es decir, también las figuras con las que se comparan son hombres que no tuvieron que hacerse cargo de estos temas.

¿Cómo viven las mujeres una militancia con estas contradicciones?

Hay un tránsito que hacen las militantes, a estas mujeres criadas en un tiempo muy tradicional, las organizaciones les permiten hacer cosas que las generaciones anteriores jamás hubieran hecho, como tomar un arma,  estar dispuestas a morir por un proyecto abstracto y no vivir por cosas concretas como la familia. Esto que dice Marcela Lagarde que las mujeres estamos socializadas para que el espacio del adentro sea el fundamental y ellas son mujeres que priorizan por el espacio del afuera, por el proyecto político, que es transformador pero abstracto, son mujeres que están dispuestas a dejar a sus hijos, a su familia, que es lo concreto, para luchar por algo abstracto como la humanidad o por todos los niños pobres del mundo.

Ahí hay una transgresión que estos partidos posibilitan porque son mujeres que alcanzan una autonomía que en su época en general las mujeres no tenían, lo que produce procesos empoderadores que ellas reconocen y valoran, pero al mismo tiempo son organizaciones que reproducen la lógica política del liberalismo que lo que hace es dicotomizar el espacio público del privado, lo individual del colectivo, entonces por muy revolucionarias que son, en la práctica siguen pensando que las grandes transformaciones sociales se hacen colectivamente y en lo público; lo privado no se discute ya que después de la revolución se verá, y lo personal se supedita porque es asociado con los valores pequeños burgueses y si tú no discutes sobre el espacio del adentro, todas las cuestiones domésticas y de género se quedan sin discutir.

 ¿Cómo reaccionan las organizaciones a la incorporación de las mujeres y estos nuevos temas?

Todas las izquierdas de ese tiempo dicen que estos temas son contradicciones secundarias que se resolverán una vez que el socialismo llegue al poder, ahora, por ejemplo el MIR, cuando expresa como va a ser este gobierno popular revolucionario, plantea cuestiones de género que son bien avanzadas para la época, pero que resuelven estas desigualdades de género como lo resolvieron después los socialismos reales, con comedores populares por ejemplo, es decir, que el Estado se haga cargo de estas tareas y lo que no se discute es qué pasa con las relaciones entre las mujeres y los hombres, dado que hay labores que no va a hacer el Estado.

Las mujeres por su parte, dicen que en un comienzo estos temas eran algo que no visualizaron o que pensaron que no eran urgentes todavía y cuando los empiezan a ver en Chile es la época de los 80, cuando las feministas se hacen más fuertes y las miristas empiezan a plantear temas feministas también, pero resulta que eran mujeres que planteaban estos temas como una preocupación ante organizaciones que les respondían “no es el momento compañeras, estamos en otra, no se desvíe”, plantearlos era considerado un “desviarse de la causa”, como lo era todo lo relacionado con mis intereses, mis contradicciones personales, con el cuerpo, el deseo, consideradas cuestiones pequeño burguesas.

¿Cuándo se hacen más visible las contradicciones de género en la militancia?

Las miristas relatan que estando en Tres Álamos, como en el 74, ya  tienen conversaciones colectivas sobre las mujeres dentro de la organización y en el exilio europeo también las mujeres del MIR empiezan a hacerse feministas y nacen grupos que se organizan para hablar de la cuestión femenina pero el partido les llama la atención. Es decir, no sólo es “no tenemos tiempo para hablar” sino que también hay llamados de atención, “usted quiere hablar de esto o quiere volver a pelear a Chile, porque se me está desviando, si le interesa deje esos grupitos feministas”, y se veían obligadas a elegir.

También hay un discurso donde decían que estas cosas si se van a conversar pero después, que es un después que no llega. Cuando las mujeres dicen nosotras también queremos volver a luchar y no podemos porque nos quedamos con los hijos, entonces ¿quién se hace cargo? que el partido se haga cargo. De esta forma, al mismo tiempo que evidentemente son organizaciones patriarcales, también hay experiencias que muy transgresoras, como el proyecto Hogares del MIR (hijos de militantes miristas en el 80, mientras sus madres y padres retornaban a Chile clandestinamente, se quedaron a cargo de otros cuidadores en Cuba), o la posibilidad de mujeres tupamaras que dirigieron columnas militares, cuestiones impensadas para las mujeres de ese tiempo, pero en calidad de extranjeras todo el tiempo.

Mujeres en espacios políticos

El estudio de la inserción en las militancias revolucionarias permite mirar las dificultades que las mujeres han debido sortear para acceder a los espacios de participación política. Consultada por la situación actual, Tamara Vidaurrazaga opina que el discurso ha cambiado notablemente, pero en la práctica mucho menos, “la investigación permite preguntarnos por las militancias de hoy, por las posibilidades que tiene la izquierda en un nuevo contexto y creo que ahí todavía a las izquierdas latinoamericanas les cuesta mucho mirar estos otros malestares, ya que siguen pensando que deben estar subordinados a la lucha de clases”.

Añade que. pese a avances legislativos como la incorporación de cuotas, la real participación de las mujeres en espacios políticos pasa porque las izquierdas -incluso los feminismos dice-  incorporen en el debate la discusión sobre el espacio privado, temas como la división sexual del trabajo: “Julieta Kirkwood dijo en los 80 ¿por qué yo le pido esto a las izquierdas? bueno porque la izquierda se supone que es el movimiento de la liberación humana, la izquierda me promete liberarme, entonces yo le digo, libérenme en mis propios términos, métanme en esa liberación, en los términos de mis carencias, con mis malestares y no según lo que ustedes creen que me molesta, no en términos de lo que usted me atribuye”.

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