jueves, mayo 16, 2024
OpiniónLa caza de ballenas en Chile: Extinguiendo al Leviatán

La caza de ballenas en Chile: Extinguiendo al Leviatán

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“Oh vosotros, dioses, o gentes del pueblo, y jóvenes.

Os invoco, os pido, os ruego, suplico, imploro

y conjuro a que deis también vuestro testimonio”.

Cicerón. Libro I Cap. 13. Sobre la Naturaleza de los Dioses. 44 a.J.C.

La historia de la caza de las ballenas es también el relato sobre hombres cuya ideología justificó la destrucción implacable de otro ser. No hubo ninguna compasión, solo el cumplimento de las órdenes, en este caso, tras el dinero y la riqueza. No eran personas comunes y corrientes. Al mirar el inmenso dolor animal causado, queda claro que fueron entes alienados al servicio del capitalismo más voraz y desalmado que ha tenido el mundo en una época. En su novela Moby Dick (1851) Herman Melville nos dice sobre la ballena sacrificada: “El resto de su cuerpo estaba tan rayado, manchado y vetado, y con el mismo color del sudario”. El siente, que la muerte de las ballenas alcanza otra dimensión, una que sobrepasa lo profano para elevarse a las alturas de lo sacro. Con ello interpela profundamente a la naturaleza humana. La gente culta y piadosa durante siglos se ha preguntado ¿Cómo esos hombres pudieron matar más de 6 millones de tan grandiosos animales? ¿En virtud de qué ganancia fue hecho ese masivo sacrificio animal?

Los vascos fueron los más grandes cazadores de ballenas del mundo. No comían su carne y las persiguieron incansablemente por su aceite, la grasa espermaceti, y el fino ámbar gris, hasta que las exterminaron del Atlántico europeo. Solo en 1935 mataron 35 mil en ese mar, pero venían cazándolas por miles desde el siglo XVII hasta esa fecha. Durante cientos de años, en las costas vascas hubo atalayas desde las cuales se oteaban las bahías en busca del blanco y húmedo soplo de las ballenas. Una vez avistada se daba la alarma y los barcos zarpaban rápidamente, con sus esquifes repletos de hombres expertos en darle muerte. La caza se hizo épica en las provincias vascongadas las que, en su malhadada ideología, transformaron en dioses y héroes a hombres brutales, asesinos de miles de indefensos animales. Después de la matanza de madres, los vascos ponían en salmuera los ballenatos lactantes muertos para vendérselos a los franceses, que consideraban una exquisitez su carne. Cuando allí no hubo más ballenas que cazar corrieron a las frías aguas de Terranova, en el norte del planeta, enseñando a matarlas a otros marinos europeos. Luego, cuando allí se acabaron las siguieron a la América del Sur.

Hasta ese momento, la muerte que llevaban consigo los balleneros, era por filosas lanzas, como aquellas romanas del Gólgota. La ballena indefensa y lenta era acosada por sendos botes con decenas de hombres premunidos de lanzas y un arponero. Una vez acercado el bote al animal, éste clavaba su arpón en la carne, siempre en un área muy sensible. Los exaltados ojos de la ballena expresaban el inmenso terror del momento preguntándose por el brutal sentido del encuentro. Las ballenas como sabemos, son animales sintientes, con un alto grado de comunicación y elaboración de conductas y proto pensamientos. Clavado el arpón, comenzaba la aterrorizada huida del animal hacia las profundidades y el sedal que lo sujetaba se desplegaba humeando cientos de metros en las frías aguas. La ballena se sumergía veloz y desesperadamente y después de algunos minutos, emergía casi asfixiada a tomar aire nuevamente. Arriba, como una cohorte legionaria les esperaban decenas de hombres que clavaban sus lanzas en las partes más sensibles del cuerpo del Leviatán. En pocos minutos la ballena se vestía del mismo color del sudario nazareno y en sus últimos esfuerzos exhalaba el postrer soplido sangriento cuando la sangre inundaba sus pulmones. Los cazadores al ver la nube roja decían que la chimenea había explotado. Las crías desesperadas deambulaban en torno al cuerpo inerte de sus madres, al final aquellos hombres las asaeteaban para que no estorbaran la faena del desposte de sus padres.

Fueron los noruegos los que perfeccionaron la muerte de los leviatanes a niveles infinitos, pues inventaron el arpón de cabeza explosiva, que penetraba velozmente la carne y explotaba dentro de la ballena. El Valhalla vikingo no estaba reservado a estos animales y a su muerte no lo llenaba de miel y felicidad junto a Odín y los demás dioses. Ellos fueron los responsables de difundir por todo el mundo, esa malhadada arma que destrozó y asesinó hasta extinguir, a miles de ballenas en todo el planeta.

Decenas de matarifes

Muerto el animal, era aparejado junto al barco y desde allí se descolgaban decenas de matarifes, premunidos de grandes y filosos cuchillos que cortaban la piel, la carne y la grasa en grandes lonjas que eran subidas al barco. Allí eran reducidas a pedazos menores y lanzadas a los hornos freidores de a bordo para extraer el aceite. Una ballena daba una gran parte de su inmenso peso corporal en aceite. Hasta el descubrimiento del petróleo en Texas, éste fue el principal combustible que se usó en el mundo occidental para iluminar las crecientes ciudades. La carne, por lo general no tenía valor y era despreciada. Solo cuando se mataba un cachalote se obtenía el apreciado espemaceti, una grasa especial que esos especímenes tenían bajo la frente de su enorme cabeza, hasta en dos toneladas. También sus enormes dientes, de rico marfil, usados para una fina y cara artesanía. Pero lo más buscado era el ámbar gris. Sustancia que solo los cachalotes acumulaban como piedras en su intestino grueso. Uno de ellos, excepcionalmente, podía dar hasta 635 kilos de ámbar gris, sustancia codiciada por la perfumería más exquisita, pues una vez lavado y secado durante un largo tiempo, expedía un intenso, delicado y muy caro aroma. París consumió los miles de kilos de ámbar gris recuperado de los intestinos de miles de Leviatanes en todo el mundo. Ricas señoras, nobles y acomodadas europeas, sellaron con su vanidad la suerte de miles de estos animales proveedores.

Al sur del mundo, la Corriente de Humboldt que bordea el Océano Pacífico chileno, trae alimenticias aguas frías desde la Antártica y siempre ha sido un gran pasadizo de ballenas desde el norte hacia el sur y viceversa. Los mares del país fueron siempre ricos en leviatanes quienes desesperadas buscaban refugio al final del orbe. Refugio de unas 47 especies de ballenas, la mitad que hay en el mundo, entre los que hay cachalotes, ballenas azules, jorobadas y muchas otras. Las grandes flotas balleneras de los Estados Unidos, Francia e Inglaterra no tardaron en descubrir esta riqueza escondida y comenzaron a cazar en estas latitudes. Se calcula que hicieron mil expediciones balleneras con unos 25 mil marineros movilizados hacia estos mares. Una gigantesca persecución y asesinato. Las islas chilenas del Archipiélago de Juan Fernández, Santa María, Mocha y muchas otras en camino al sur, se convirtieron en privilegiados lugares de descanso de los exterminadores. Con sus flotas, cañones y lanzas recorrieron desde las calmas ecuatoriales hasta la Antártica, cazando cuanta ballena se ponía por delante, ya sin importar la especie, pues el “negocio” iba crecientemente mal. Muchos de estos barcos tenían hornos freidores incorporados en sus cubiertas, con los cuales se derretía la grasa y luego se embodegaba como aceite en miles de barriles. Los mares chilenos fueron saqueados de cetáceos por las diferentes flotas extranjeras. En algunas zonas, algunos balleneros chilenos con grandes relaciones con esa industria en otros países, se encargaron de exterminar las pocas que fueron quedando escondidas en los fiordos, después del paso de esas grandes flotas. Instalaron pequeños puertos balleneros en Bahía Molles, Quintay, Corral, Talcahuano, Bahía Águila, Isla Decepción, donde los leviatanes eran desollados y descuartizados, transformando el agua de esas bahías en una sopa sanguinolenta, y los fondos marinos en un cementerio fantasmal de grandes osamentas.

El exterminio de las ballenas en Chile no tardó en llegar, y una vez desaparecidas con ellas vino la quiebra de esas empresas. En la Antártica, sin los miles de bocas de ballenas que filtraban y comían el kril, este pequeño camarón comenzó a superpoblar esos mares. La corriente de Humboldt, comenzó a llevarlos hacia el norte y en el Archipiélago de Humboldt, ubicado entre Atacama y Coquimbo, las aguas comenzaron a ponerse rojas por su abundancia. Los escasos cetáceos sobrevivientes y las aves marinas llamadas yuncos, comenzaron alborozados a correr tras él. Ahora es un jardín de belleza y vida donde las ballenas se refugian. Mismo archipiélago que los amos del dinero actual pueden destruir con la instalación del llamado proyecto minero Dominga.

En diciembre de 1981 el PSOE, partido socialista obrero español, impulsó en España un cambio radical proponiendo que ese país dejara de cazar ballenas en función de ser un país civilizado. Este sería un dato fundamental para el fortalecimiento mundial de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) creada en 1946, de la cual Chile se retiró por tecnicismos, dejando abierta la puerta en sus mares durante muchos años para seguir cazando ballenas, hasta 1976 en que regresó cabizbajo a la CBI. En el intertanto los balleneros piratas, entre ellos los rusos, siguieron extinguiendo al Leviatán, a pesar de la oposición ciudadana y de grupos defensores de la naturaleza como el centro de conservación Cetácea, Ecoocéanos, Greenpeace y Seashepherd. El año 1994, fue establecido el Santuario Ballenero Austral por la Comisión Ballenera Internacional CBI con el respaldo de 23 países que apoyaron el acuerdo y la oposición de Japón. Esta es un área de 50.000.000 km² alrededor del continente antártico, donde la CBI ha prohibido todo tipo de caza de ballenas. A su vez, el 15 de octubre de 2008 la Presidenta Michelle Bachelet promulgó la Ley de Protección de los Cetáceos, conocida como de Santuario de Ballenas, mediante lo cual Chile prohibió la caza de cetáceos en todas las 200 millas del mar chileno exclusivo. Como siempre, los Estados habían llegado tarde y la destrucción de las poblaciones de cetáceos ya había sido hecha. Sin embargo, la vida siempre nos da nuevas oportunidades. Y desde fiordos y mares recónditos, escondidos de la presencia humana, seguramente esperando un cambio en su espíritu, algunos ejemplares de distintas especies de ballenas se habían salvado. Poco a poco comenzaron aparecer en distintos lados para regocijo de mentes compasivas y jóvenes, desprovistas del utilitarismo económico. Con compasión por la vida. Como en el Gólgota, a pesar del brutal y doloroso sacrificio, hubo resurrección. Es probable que alguna vez, en los tiempos futuros, podamos ver los leviatanes surcando los mares junto a sus familias, dando soplidos y alentando la vida.

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