domingo, mayo 5, 2024
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Secuelas Psicológicas del Covid: Solo Hemos Visto la Punta del Iceberg

Crédito fotografía: Patricio Muñoz Moreno

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Se me ocurre comparar este año 2020 y los efectos de la pandemia que nos azotó (y sigue haciéndolo) con lo que les ocurre a los gatos cuando les introduces un nuevo felino en su territorio. Los efectos son lentos, solapados pero finalmente, hecatómbicos.

El Covid 19 llegó sorpresiva e inesperadamente a nuestras vidas y, al comienzo, casi no lo sentimos. “No lo vimos venir”, como es la frase recurrente del último año. Pero de pronto, se había instalado en nuestras vidas, había arrasado con nuestras rutinas, nuestros planes y muchos de nuestros sueños y ya no había modo de detenerlo. Solo vinieron muchos meses del terror, de marzo a la fecha, donde lo único que hemos podido hacer es seguir pataleando para no hundirnos en el mar de una pandemia universal.

Pero los estragos aún no se dejan ver. Son tantos y tan desconocidos (o aun invisibles en toda su dimensión)  que la psicología quedará seguramente corta para explicarlos. Síntomas hay por todos lados. Y alertas dramáticas también.

Una amiga me relata que en el piso del edificio donde habita –en una comuna que no de las más afectadas económicamente por la debacle -hay dos hechos que la han impactado brutalmente. Uno es el de un joven que fue presa de un Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) grave, llegando a lavar durante 2 horas los productos que adquiere en el supermercado, o limpiando el auto la misma cantidad de tiempo antes de subirse. El segundo, el de Mónica, una mujer de 45 años, casada y madre de dos hijos de 15 y 20 años que se suicidó en la costa, un día después de Navidad.

Mi amiga me llamó especialmente conmocionada por el segundo hecho y me obligó a pensar qué puede estar pasando más allá de las apariencias, en el ámbito psicológico de los chilenos producto  de la llegada del Covid 19, del encierro y todos los dramáticos derivados de este virus en la humanidad entera.

Quizás los dos casos relatados son extremos pero uno observa a diario conductas que llaman la atención por estar en el borde de lo anormal. Como la agresividad que ha contaminado las respuestas de muchos chilenos. A cada rato uno se topa con personas que te reclaman en forma inusitadamente violenta  porque te acercaste  a ellos. O porque tocas cosas. Por ejemplo, quiero comprar una bolsa y la tomo del colgador de la tienda. La señora a mi lado, que también busca bolsas, me increpa airadamente “¡no puede tocar las cosas!”. Con asombro le respondo “¿y cómo saco la bolsa para pagarla si no uso las manos?”.

El otro pan de cada día es la conducta de las personas a las cuales les han dado una mínima cuota de poder, como manejar el ingreso a un ascensor, a una tienda, a un café, ¡o a lo que sea! Hay casi un deleite en sus voces cuando te dicen “no puede entrar todavía!”, “tiene que esperar que salga alguien!” Y a veces no hay nadie en la tienda y el encargado de controlar el ingreso no se ha dado cuenta… O no le importa. Y cuando te dicen “no hay fila de adulto mayor, tiene que hacer la cola”. El gozo del “pinche” y momentáneo poder es sorprendente…

También es sorprendente el criterio usado para los aforos. A veces permiten el ingreso de dos personas a una tienda amplísima y en otras ocasiones, pueden juntarse ocho personas frente a un bolichito sin puerta. Las razones de las diferencias: misterio. Misterio que va sumando la ira a nuestros días…

Las situaciones extremas a las que hemos estado expuestos todos los habitantes del globo son dañinas. De eso no cabe duda. Pero se tornan más complejas cuando sientes que estás en manos de autoridades negligentes, no empáticas, desconsideradas y limítrofes con lo desalmadas. Cuando te exigen lo que ellos no son capaces de cumplir mínimamente, como ponerse la mascarilla para salir a la calle.

Los chilenos de a pie llevamos cientos de miles de horas usando ese adminiculo para poder trabajar seguros y sin riesgo de contagiar; la nariz la tenemos llagada de tanta falta de aire fresco; nos debemos mover en un transporte público que ni por asomo cuenta con una botellita de alcohol gel para sus pasajeros, y donde nadie toma la temperatura como si lo hacen  en todos los malls, peluquerías,  supermercados, farmacias,  bancos, etc.

Y las autoridades, que ganan lo que es realmente un “sueldazo” para todos esos chilenos de a pie, son los que están metidos en sus oficinas tomando decisiones insensibles y reclamando por la “irresponsabilidad” de la gente. En suma, se toman decisiones desde el mundo bastante pequeño e irreal de los trabajos con sueldo estable o en sistema de teletrabajo, donde no acecha cada día, o al menos cada semana, la inseguridad económica y la cesantía.

Es claro que en esas condiciones nadie puede quedar inmune a problemas psicológicos, sean leves moderados o graves. Porque la impotencia va minando la salud mental. Porque la desesperanza hace mella en el sistema inmunológico. Porque es muy difícil vivir sin mínimas certidumbres. “En la Navidad me haré la plata de enero y febrero”, “en verano vendrán los turistas y podre enrielarme”, “en marzo, los niños entraran al colegio”, “en junio podré embarazarme” son pensamientos que han dejado casi de existir. No se puede predecir, no se puede planificar, no se puede soñar. Hay cientos, miles de proyectos no solo laborales sino también amorosos, que quedaron truncados o abortados. Sin contar los más de 20 mil hogares donde se vive el duelo de la partida de un familiar por culpa del Covid, con todo lo que ello implica en términos no solo afectivos sino muchas veces monetarios.

Todo esto tiene costos. De modo que, además de los costos materiales, que han sido brutales para la inmensa mayoría de los chilenos, hay costos en salud mental que empezaran a emerger cada vez con más fuerzas. Y antes que ello ocurra, deberíamos hacernos cargo de prevenir situaciones como las de Mónica, que prefirió acabar con su vida a los 45 años.

Entre otras cosas, debería preocuparnos por qué tantos chilenos se muestran escépticos ante la idea de vacunarse. Eso no es normal. Eso no se puede alentar. La vacuna es un camino de salida del túnel negro por el que atravesamos desde marzo pasado. No se puede alentar a quienes proclaman su supuesto peligro porque eso es falso.

Asimismo, el Estado debe buscar caminos para que los chilenos no sigan usando su dinero de la vejez para afrontar el horror económico actual. Debe haber ayudas suficientes,  permanentes y oportunas. De otro modo, no nos extrañemos que nuestro país siga encabezando los ránking mundiales de depresión, neurosis y ansiedad.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió a mediados de mayo de este año que la crisis del coronavirus y sus consecuencias afectarían la salud mental de muchos, explicando que se podría registrar un aumento de los suicidios y de los trastornos por lo que pidió a los gobiernos que no dejasen de lado la atención psicológica.

El diario La Tercera publicó el 11 de noviembre pasado un artículo que ejemplifica lo anterior. Se trata de un estudio realizado por el Núcleo Milenio en Desarrollo Social y el Centro de Microdatos  de la Universidad de Chile en el cual  equipo de investigadores monitoreó el estado de la salud mental de chilenas y chilenos mayores de 18 años a través de la encuesta Termómetro Social. Los datos obtenidos mostraron que, en términos generales, entre mayo y junio un 22% de los participantes (30,5% mujeres, 13,4% hombres) presentó síntomas ansiosos y depresivos moderados a severos; la cifra subió a 25% (33,3% mujeres, 16,1% hombres) entre septiembre y octubre del 2020.  Es decir, cuando un 77% de los encuestados llevaba más de cuatro meses confinado, predominaban la tristeza, la preocupación y la rabia. Los datos también revelaron un aumento de otros malestares psicológicos, como la dificultad para dormir. Sobre todo, los resultados reforzaron la idea de focalizar esfuerzos en las mujeres.

Es de esperar que no haya que acudir a un nuevo porcentaje de los ahorros en la AFPs para que los chilenos puedan pagarse un psicólogo. O sus familias, un funeral…

Patricia Collyer
Patricia Collyerhttps://pagina19.cl
Periodista y Psicóloga.

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