sábado, abril 27, 2024
Edición Especial 50 años del golpe Cívico MilitarEs mi convencimiento que el 11 de septiembre del...

Es mi convencimiento que el 11 de septiembre del 73 debimos haber resistido, Camilo Escalona Medina, Secretario General del Partido Socialista

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Recuerdo nítidamente lo que hice ese día 11 de septiembre. Para bien o para mal, nunca lo olvidé.

Era muy temprano en la mañana. Tenía 18 años y vivía en la casa de mis papás. Vivía gracias a ellos, no tenía una ocupación, salvo las de la Juventud Socialista que me ocupaba todo el día. Poco antes de las siete me despertó el teléfono. Era mi amigo López. Ambos éramos dirigentes de la Federación de Estudiantes Secundarios. Me dice: “Camilo, ándate pronto de la casa porque ya se precipitó el golpe de estado” Le pregunto ¿y de dónde sacaste eso? “La Armada -me dijo- ya se tomó Valparaíso y partió el golpe. Merino destituyó al almirante Montero. La Armada le hace caso solo a él y empezó la matanza, así es que sale luego de tu casa”, me dijo.

Yo en realidad no me apuré tanto. Mi mamá se levantó y cuando yo estaba vestido y lavado, me doy cuenta de que ella me preparó una paila de huevos cosa que no era habitual. Oye, -le digo- mira el tremendo desayuno que me hiciste, qué bueno porque a mí me gustan las pailas de huevos. Entonces me dice sí pues, yo escuché lo que está pasando, no me vas a hacer lesa. ¿Qué escuchaste? Que está sucediendo el golpe de Estado, respondió.

Ella era muy allendista, ella quería mucho a Allende. “Te estabas haciendo el leso para que yo no me preocupara”. No, le digo y me respondió: “no, yo no soy tonta y sé cómo son las cuestiones esas de golpe de Estado”. Me comí la paila y le dije ya pues mamá y ella me dijo algo que nunca olvidé. Me dijo: “no quiero que a mi casa vuelva un cobarde”

Me fui al local de la Juventud Socialista en la calle Arturo Prat, al llegar a Santa Isabel, atrás de la iglesia. Parece que por los problemas económicos le habían arrendado una antigua dependencia, un dormitorio. Se notaba que era la misma estructura de la iglesia, pero estaba separada y esa parte la arrendaba la Juventud Socialista.

Llegué creo que como a las ocho de la mañana, ocho y media, o las nueve, -ya perdí la noción del tiempo-. Había ya mucho desorden, mucho revuelo. En el subterráneo había una escuela de cuadros de gente de regiones, la dirigía la mesa de la Juventud Socialista. Es que se le daba mucha importancia a la educación política de los jóvenes militantes. En esa escuela ahí había gente de regiones y no hallaban qué hacer. Algunos compañeros de Santiago se veían asustados, otros salían a cualquier parte o al terminal, no sé y había tiroteos. Se sentía, porque eso está a la altura de la Plaza Almagro. Yo creo que habían instalado una ametralladora desde el Paseo Bulnes en dirección a La Moneda. Se escuchaban ráfagas. Ya era un escenario de guerra.

Así es que pensamos ¿para dónde nos vamos? En la Juventud Socialista se había conversado sobre la posibilidad de un golpe y la orientación fue que había que resistir. Así es que nos fuimos al liceo Industrial de Artes Gráficas que queda en San Miguel a la altura del paradero 9 entre la actual Ruta 5 y la Gran Avenida casi con San Ignacio. Éramos hartos secundarios y dirigentes de la Juventud Socialista. Hartos. No sé qué hora serían. Más de las diez y media. El golpe de Estado era una realidad total, se había proclamado presidente Pinochet, los generales traidores estaban en el poder y el Presidente, resistiendo todavía en La Moneda.

Llega Lorca

A ese lugar llegó el compañero Carlos Lorca, jefe de la Juventud Socialista. Aún con su barba colorina. Le ofrecieron un espejo y fue al baño a afeitarse. Quedó casi igual, pero bueno, eso nos daba una idea de que la clandestinidad no estaba todavía organizada ni mucho menos. Lo vi entero, andaba con una escopeta que no servía para nada porque era vieja, del siglo 19, unas que tiraban tiro a tiro y no servía para nada. Pero, allí estaba, con una voluntad encomiable. Incluso no había perdido su buen humor, porque dentro de lo denso que era como ideólogo de la Juventud Socialista, era una persona de buen humor.

También había otros dirigentes de la Juventud, pero él era el importante, el significativo. Empezó a pasar el rato y a las doce, no sé, no recuerdo bien la hora, vino el bombardeo a La Moneda. Paradojalmente, el Liceo de Artes Gráficas está como en la línea por la que pasaron los aviones. Descendían a la altura de Mapocho, pasaban por arriba de La Moneda y después se elevaban, así es que nosotros sentíamos el estruendo de los aparatos cuando se elevaban por arriba de Artes Gráficas.

Razonablemente algunos compañeros se fueron a sus casas. Y yo como era el presidente de la Federación de Estudiantes Secundarios (Feses) quedé como jefe, a cargo. Había otros dirigentes de la Juventud que me di cuenta los había pillado el temor. Estaban en la jerarquía por encima de mí, pero se empezaron a ir y junto con eso, me pasaban las pistolas que tenían. Me di cuenta de que frente al poder del Ejército no había cómo contrarrestarlo. Frente a helicópteros artillados que daban vueltas, frente a los Hacker Hunter, ametralladoras punto 30 y punto 50 y el fuego de los tanques, poco se podía hacer con esas pistolas.

Y llegó a nosotros una noticia. Se resistía en la Población La Legua y decidimos partir para allá, dimos un rodeo y estaban cercados, no se podía cruzar por Santa Rosa, estaba cercado. La Fach tenía todo rodeado.

De uniforme escolar

A nosotros no nos hacían mucho caso porque como andábamos de uniforme secundario, no nos hacían caso. Mucha gente caminaba y caminaba. Entonces entramos al liceo que está cerca. Era el 22 mixto si la memoria no me engaña y yo con las dos pistolas que me habían dejado los que se habían ido.

Estábamos ahí cuando llegó un camión de la Fach, con apoyo aéreo, un helicóptero, un tipo sentado igual que las películas con un fusil ametralladora disparaba. Bueno, no teníamos ni la organización ni la preparación, para hacerles frente así es que decidimos arrancar. Saltamos la pandereta del colegio, la del patio trasero y corrimos por los pasajes. Arriba el helicóptero se escuchaba que disparaba el fusil ametralladora.

Seguramente no se interesaron más en nosotros Éramos un grupo de cabros secundarios corriendo y cuando íbamos corriendo por los pasajes en uno de ellos una señora gritó “aquí niñitos, aquí”. Ahí entramos un grupo, éramos unos cinco o seis los que nos quedamos. Ya eran como las seis de la tarde y ahí nos quedamos hasta el día siguiente. Hubo otras casas que se abrieron, otras puertas, así es que cuando ya el helicóptero se fue y vinieron las penumbras, salió el compañero, el flaco Marín a buscar contactos.

En las distintas casas, por aquí por allá, había grupos, no sé cuántos serían. Sesenta u ochenta, no éramos pocos. A su vez ese grupo hizo contacto con el grupo que estaba con Carlos Lorca.

Como a las cinco o seis de la mañana, casi de noche, llegó a darme una orientación política la voz de la dirección de la Juventud Socialista, el compañero Ariel Mancilla. Yo le pregunté por la columna del general Prat. Se decía que él venía con las tropas constitucionalistas desde el sur, a poner en su lugar a los golpistas y al traidor y su camarilla. Él nos dijo que el golpe de Estado era una realidad definitiva y que había que prepararse para una lucha de mucho tiempo, de muchos años. “Cuídense mucho, no hagan locuras”, nos dijo. Tenía unos billetes que valían re’ poco. Me dijo: “tú eres el que tiene más problemas. Aquí tienes un poco de plata que ojalá te sirva de algo”. A los otros muchachos les dijo, “apóyenlo a él porque él es conocido” y se fue.

Un largo después

El después es largo. Fue una clandestinidad precaria. Mis compañeros del liceo me ayudaron. Las compañeras del liceo 8 de niñas, que era como la hermana del liceo 6, también. Ellos me tuvieron hasta noviembre. Ese mes la dirección de la Juventud Socialista me hizo llegar un punto de encuentro con el sacerdote Rafael Maroto y él me llevó a la embajada de Austria. Ahí me dieron asilo Esa es mi historia, una historia que se cuenta en pocos segundos.

(En ese largo periodo, Camilo Escalona volvió a Chile clandestinamente para ayudar en la reestructuración del Partido Socialista. Desde esa situación, apoyó la entrada al país del dirigente Clodomiro Almeyda. Entre medio, encontró a algunos de los que lo ayudaron).

Cuando estábamos organizando el ingreso clandestino de Almeyda a Chile, quien me advirtió del golpe de Estado me pasó a ver a San Juan porque para allá se fue, clandestino en Argentina. Ahí lo encontré preguntando por él en distintas partes. “¿Sabe usted dónde viven los chilenos?” Anduve varios días preguntando, hasta que lo encontré. Le pedí que me ayudara con la infraestructura de apoyo para ingresar clandestinamente a Almeyda. Cosa que después no fue necesaria.

Con el flaco Juan Carlos Marín sí me encontré. El milita en el Partido Socialista. Se lo llevaron del liceo 6. Yo le dije “flaco no vayas a clases”, no me hizo caso porque era indisciplinado y no me hizo caso. Llego a clases y lo detuvo la Fach. Lo delató el Orientador General del liceo, el señor Jiménez. No quiero decir la militancia, porque después vamos a ser aliados. Se los entregó, le hicieron la tortura del Pau de Arara en la Base Aérea de El Bosque. Tenía 18 años como yo, le preguntaban por mí, él aguantó y no me delató así es que le debo el pellejo.

Cuando regresé legalmente, me encontré con uno de los que me dejaron las pistolas ese día en el liceo. Ya no se acordaba. Pero son las circunstancias. Nadie sabe cómo va a responder en circunstancias como esas. Cuando regresé y ya habían pasado 15 años, recién mi mamá me vio. Nunca supo que yo había vuelto. Creía que estaba en Berlín, Así estaba más tranquila. Y también me encontré con la señora que les abrió la puerta a esos chiquillos liceanos. Me fue a esperar al aeropuerto cuando volví legal.

Sin embargo, lo que siempre yo he creído y es mi convencimiento, es que teníamos que haber resistido el once de septiembre. Aunque no había armas, no importa. Había que luchar igual. Ese es mi convencimiento. Pero, bueno, no, ocurrió así. Así fue la historia.

Camilo Escalona Medina
Camilo Escalona Medinahttps://pagina19.cl
Camilo Escalona Medina, Secretario General del Partido Socialista

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