Directora del Centro de Estudios de Género y Cultura en América Latina – CEGECAL, Universidad de Chile.
Escribir sobre el Mayo Feminista en este mayo pandémico, mayo de cuarentena, mayo de colapso, mayo de hambre, mayo de frío, mayo de represión, mayo de censura, mayo del 21 de mayo de Arturo Prat, mayo de luchas, mayo del estallido, mayo de denuncias, mayo de cacerolazos, mayo de ollas comunes, mayo de #NoTenemosMinistra, mayo del 11 de mayo del MEMCH de 1935, mayo del 21 de mayo de Olga Poblete, mayo del Mayo Feminista 2018.
Pensar “a dos años del Mayo Feminista” significa muchas cosas. Implica lo que se desató con las tomas feministas universitarias a nivel nacional entre mayo y junio de 2018 (también hubo el2017 y 2019, aunque más localizadas) para terminar con el abuso y acoso sexual en las universidades; y exigiendo una educación no sexista. De hecho, ya existe una incipiente bibliografía al respecto, y más de una tesis en curso, que permiten abordar cómo este hito viene presionando, para transformar, las estructuras del mundo universitario. Mayo Feminista también es la constatación de un movimiento que se abre a lo masivo con acciones impresionantes, el 8 de Marzo y la huelga general feminista, siendo la convocatoria del 2020,post “estallido social” o “18 de octubre”, la más numerosa jamás registrada; o en los Encuentros Plurinacionales de las que Luchan. Desde ese 2018 es difícil saber de puntos cúlmines o máximos feministas, cada año es sorprendente y diferente.
La Universidad no se puede pensar más sin los desafíos planteados en las movilizaciones feministas estudiantiles de mayo 2018. La demanda por una educación no sexista, una educación feminista, compromete la definición misma de lo que constituye la Universidad en tanto modo de producción de conocimiento, su comunidad epistémica (cerrada o abierta), las relaciones de poder involucradas ahí y en un contexto neoliberal. El llamado Mayo Feminista evidenció que deseamos una universidad donde el modelo masculino de liderazgo se acabe junto con las divisiones estamentales, reflotando la necesidad de la tri-estamentalidad, lo que aún parece lejos, mientras continúan cerca los ecos de las asambleas tri–estamentales de mujeres. En las universidades se mantiene ladisputa por el modelo educativo y político de la Universidad misma. Y, al mismo tiempo, Mayo Feminista desafía y evidencia la oclusión heteropatriarcal dentro y fuera de ese espacio.
Mayo Feminista, entonces, no es algo sobre lo cual hacer apología histórica, no interesa esa insistencia oportunista y rígida. Quiero decir con esto que si es momento histórico, está en un tiempo y espacio, es precisamente porque no es anécdota sujeta a nostalgia. Aún está sucediendo, se despliega, no se terminó en mayo, abril y junio del 2018, pudiéramos incluso cambiarle de nombre. Así como no se terminó el MEMCH de los ‘30 en 1953, puesto que su “disolución” la tenemos encarnada en las demandas por una vida digna y por el derecho al aborto, o el movimiento de mujeres y feminista de los ‘80, en tanto, reverbera en las ollas comunes hoy y en consignas que re emergieron, o si recordamos que en septiembre serán los 50 años de la Unidad Popular (UP) y la “revolución será feminista o no será”. Mayo Feminista puede entenderse, entonces, como “sonido de la palabra feminismo”, al decir de Sara Ahmed, y como archivo recorrido por el “hecho obstinado”, como señala Maria Tambouko.
Pensar “a dos años del Mayo Feminista” implica darle vuelta a muchas cosas sobre las que se puede decir poco en dos páginas. Practicar el balbuceo o el murmullo podría ayudarnos, en tanto su sentido (el del Mayo Feminista) tiene también otra forma y su dirección no es hacia “adelante”. ¿Cómo seguir una movilización que se declaró revolución feminista? ¿Qué tiempo sería un tiempo feminista que no sería acaso siempre de revolución? Procede pues escuchar su circulación.
Mayo Feminista es momento denso y expansivo. No es cualquier momento histórico: es un momento histórico feminista. Esto pudiera tener al menos dos implicancias. Primero, sería un momento para el movimiento feminista, para su historia dentro de la historia lineal que conocemos, y que es necesaria en tanto significa traducirla, narrarla, escribirla para este tiempo que aún vivimos. Al mismo tiempo, es una modificación de la temporalidad lineal androcéntrica a una feminista, un tiempo en ritmo feminista que es racionalidad posicionada, objetividad encarnada de lo subyugado como nos diría Donna Haraway. Así, de pronto, te encuentras con Elena Caffarena redactando Un Capítulo en la Historia del Feminismo, mientras aprendes a hacer un fanzine con las compañeras de La Palanca y Julieta Kirkwood te anuda a otras con su letra generosa e inquietante, sigues a Mujeres por la Vida que recorre Santiago en hilo rojo, la Coordinadora de Feministas Jóvenes te regala una postal cuando sales del liceo, por Facebook lees una declaración de la Red de Historiadoras Feministas sobre el encubrimiento del acoso sexual en la academia. Violeta Parra observa concentrada y prepara su próxima tonada, unos meses antes, escuchó a Las Tesis. Gabriela Mistral al fin pudo pronunciar la belleza de la palabra “lesbiana”.
Mayo Feminista es una meditación y su oleaje, a veces sereno y a veces furioso, una extensión y forma de andar. Revolcarse con la ola. Flotar en la ola. Nadar entre olas. El feminismo chileno tiene sus reglas, ritmos, velocidades y cuerpos que se imbrican desde hace al menos 100 años. Nos hallamos impregnadas de esta, nuestra temporalidad.
