jueves, abril 25, 2024
NacionalCOP25: La Sociedad Monstruosa

COP25: La Sociedad Monstruosa

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El profesor Carlos Castoriadis nos decía en sus clases en París y lo dejó en un libro sobre la Grecia clásica[1] qué para los griegos, aun históricamente atentos a la importancia de la sociedad como gestora y origen de las ideas, el concepto de monstruoso, antes de derivar en la figura excesiva, deformada o aberrante, con la cual la identificamos, remitía a cualquier acto de política pública, que no fuera discutido y consensuado por la asamblea ciudadana, constituida por el pueblo todo. (Algo así como una Asamblea Constituyente).

Estos días que hemos tenido un severo corte de agua en Osorno que ha concitado la atención de los medios, también es aquella en que se aumenta la sequía en Santiago, con varios episodios de emergencia ambiental, cuyos efectos en la salud respiratoria y cardiovascular de la población se verán más tarde y en las dificultades respiratorias, ahora.

Y es que es cierto que cuando se habla de colapso climático, se está hablando de ciclos hidrológicos, de océanos, del deshielo, de las calotas polares y los glaciares, de sus efectos catastróficos en la alimentación del mundo, aunque resulte inconcebible qué en Chile el agua sea propiedad privada y un bien (como todo el resto) que se transa en el mercado.

Junio del 2019 ha sido en el hemisferio norte, el mes más cálido del que se tenga noticia y las olas de calor, aumentan de manera exponencial los riesgos que se asocian al consumo de agua potable, aún en sociedades qué consideran de otra manera que nosotros los derechos humanos.

En esta entrada consideraremos el anuncio de una fuga radiactiva que afecta el consumo de agua en Francia, para dejar sentada la desastrosa relación entre la silenciosa industria nuclear y el ruidoso colapso climático y pasaremos breve revista a las aciagas conclusiones de la revisión de los 4 ODS que se consideraron en el Foro Político de Alto Nivel de 2019 (HLPF2019) en NY entre el 12 y el 19 de julio, que tenía como lema: “Empoderar a las personas y garantizar la inclusión y la igualdad”.

No sólo de las posibilidades de negocios en el mercado, que supone la transición hacia energías renovables no convencionales, se  tratarán en la COP este año. Los pueblos están invitados.

Y es que Sobre los tres ejes temáticos definidos por la sociedad de científicos atómicos. que hemos tratado a lo largo de estas líneas de siete meses (Nuclear, Colapso Climático y Tecnologías Disruptivas), alrededor de los cuales articulamos nuestra conversación, las informaciones pertinentes y su frecuencia, van en aumento. Particularmente, este año de 2019, que precede a la implementación del acuerdo de París y la transición hacia energías renovables en el mundo y que también coincide con la realización a fin de año de la COP 25 en Chile.

Cuestión que en nuestro medio ha significado que al fin y de manera tan intensa como tardía, todos los sectores sociales y sus intereses, se hayan volcado cotidianamente y con profusión sobre las “oportunidades” que presenta el Colapso Climático, desde sus plataformas y ámbitos de negocios: la política, la academia o las organizaciones. Nosotros también, ciertamente.

Cuando la Radiación no es Problema

El 17 de julio, salió en -algunos- periódicos de Francia información acerca de la filtración de un elemento radiactivo, el Tritium (un isótopo del hidrógeno), desde los reactores nucleares, a contaminar la fuente de agua potable de seis millones y medio de franceses. Como era de esperarse y como no podía dejar de ser, a la denuncia vehiculada por la asociación de defensa de la comunidad ACRO, y en el silencio de las “autoridades”, se sumó a los tres días una muy equilibrada publicación del periódico Le Monde (algo así como El Mercurio de los franceses), que discutía los datos como “alarmistas” y básicamente negaba la información, en función de los umbrales de radiación “aceptados” por la UE y que efectivamente son mucho más altos que los que se midieron a causa de la filtración del nuclear.

Hay que reconocer que los dos lados tienen razón, ya que, si las dosis de Tritium que contiene el agua potable y que casi 7 millones de franceses han bebido, causa efectos cancerígenos, estos no se verán mañana, sino en algunos años, así que no hay de que preocuparse ahora… Además, en la misma lógica de ignorancia y denegación, con que se manejan las posiciones oficiales frente a los desastres (siempre muy lamentables y “naturales”) si ello ocurrió, nada de lo que pudiéramos hacer tendrá ya sentido para corregirlo. No hay de qué preocuparse.

Hace sólo un par de semanas publicamos la señal de alarma (que en realidad es como hemos aprendido a decir en “políticamente correcto” que nos estamos quemando), de publicaciones científicas, a propósito de los efectos de la exposición prolongada y masiva a las radiaciones electromagnéticas del 5G, en la salud de las personas. Ayer recibí una comunicación de un diario inglés, con un video que vale la pena ver y ratifica la preocupación expresada. Las compañías de internet y wifi están detrás del 5G, como las de hidrocarburos detrás del colapso climático. Aquí tendríamos 2 de los 3 campos de atención que acercan al mundo -en la concepción de los científicos atómicos- a lo más cerca que jamás estuvo (científicamente) de la extinción. El tercer campo, qué ha sido el ámbito de nuestra atención fundamental, que llamamos “campo climático”, por pensar qué cómo ocurre con los campos magnéticos y como en sociología lo rescata Pierre Bourdieu, están impactando adentro y afuera de los sujetos, aunque malamente y con mucho retardo, nos demos cuenta más que de los impactos externos. Solo una enorme fe (la del viejo tonto que movía las montañas) puede encontrar su razón. Aunque paradojalmente, esta no sea una razón de fe, sino que una razón científica.

Lo que no se dice en las noticias y qué aparece como un punto común, en estas tres esferas del quehacer humano, es que en manos de los desarrollos tecnológicos, abiertos a las dinámicas infinitas de acumulación del mercado y sin que haya un camino consistente por construir los marcos regulatorios que debiera establecer el gobierno, sino bien por el contrario, en una época en que la acumulación sin freno fomenta la desregulación, limitando los poderes del Estado y su misma existencia, lo que se constata es que no hay aplicación ninguna del principio precautorio de Naciones Unidas, en los desarrollos tecnológicos, ni conciencia ninguna de la necesidad de establecer pruebas científicas acerca de los efectos probables de los “desarrollos” tecnológicos qué se aplican.

Cuando falta Regulación

Ya en el año 2016, que no es tanto, pero hace 3, publiqué un artículo en una revista universitaria en el que daba cuenta de cómo se está utilizando nanotecnología en distintos y múltiples ámbitos de acción, sin que haya en en nuestro país ni el mundo, marcos regulatorios que consideren sus efectos. Esto mismo lo hemos advertido con respecto a la geoingeniería y sus aplicaciones para combatir el caos climático, al tiempo que se siguen quemando hidrocarburos fósiles y se mantienen intactas las formas de acumulación, así como sus impuestos y subsidios. En ese entonces era el TTP, que indicaba como el que hoy nos ocupa, -aunque con inversión de una letra y otro gobierno-, que el estado desaparece por el peso de las corporaciones.

Si en Francia es el nuclear, en Chile todavía, es la polución atmosférica y la contaminación que causan muertes y malformaciones hace muchos años en Quintero y Ventanas, Chuquicamata, Calama, Antofagasta. En Chile es la invasión de la salmonicultura y sus escapes, físicos y biológicos, en los ríos y lagunas. En Chile es la mono producción forestal y la ocupación de tierras indígenas, en beneficio económico de 3 personas, bajo pretexto del mercado de carbono, a pesar de los incendios forestales. En Chile es el agua que se vende cuando se deshiela la Antártica. En Chile es la educación que se privatiza y la huelga de profesores que ya tiene 2 meses, en Chile es el oprobio de la ley de pesca hecha por los empresarios, en Chile en la firma de tratados internacionales que son hechos en secreto y por las transnacionales, para qué puedan imponer sus reglas sobre el Estado que ya vemos no las tiene.

[1]  Cornelius Castoriadis, “Lo que hace a Grecia”, Seminaires 1982-83, Editions du Seuil 2004.

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