Periodista y Psicóloga.
La utilización del miedo para influir en decisiones políticas es un mecanismo ancestral utilizado por el poder. Más aún, si se trata de enfrentamientos decisivos donde se juegan dos modelos de sociedad, con todo lo que ello implica en términos valóricos, sociales y políticos. Como lo es la elección del domingo 19 de diciembre próximo, donde una oferta neopinochetista, ultra conservadora y divorciada de los tiempos que corren, se enfrenta a otra que propone cambios sustanciales para mejorar la calidad de vida de los más desposeídos y de sectores medios que dejaron claro su hastio frente al abuso de los poderosos en una revuelta que hizo historia en nuestro país, poco dado a explosiones de este tipo (muy poco “piquetero” si se lo compara con los argentinos…).
El miedo, que es una conducta adaptativa del ser humano para hacer frente al peligro, es invadido por manipuladores que habitan la esfera política para gatillar conductas nada de santas y nada de beneficiosas para las víctimas de estas campañas. Desde los años 20 del siglo pasado, Chile es testigo del miedo que se inocula gota a gota a los votantes que quieren cambiar el status quo. Los “expertos” en este tipo de manipulación psicológica nunca han trepidado en hacer de las suyas y, a pocos días de la recta final en la elección Boric v/s Kast, los perros de este último están sueltos y sin vacunar. Lo que siempre es muy peligroso para la democracia.
Según su nivel, los miedos pueden ser normales o patológicos. Los primeros son aquellos que aparecen ante estímulos dañinos, tienen corta duración y no interfieren con la vida cotidiana. Los patológicos son los miedos que se activan aunque no haya peligro real y que pueden prolongarse indefinidamente en el tiempo. Como el miedo “al comunismo” sin nunca haber vivido el comunismo.
Al miedo se lo define fisiológicamente como “una emoción que se caracteriza por una intensa sensación desagradable, provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro e incluso pasado”. Se trata de una sensación primaria que deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza y se da en todos los animales, incluido el ser humano. Su máxima expresión es el terror. Es, de este modo una conducta muy útil para escapar o evitar los peligros. Cuando se lo enfrenta, el cuerpo genera cuatro respuestas automáticas: huida, defensa agresiva, inmovilidad y sumisión. Estas respuestas conductuales son autónomas, es decir, no se activan voluntariamente de forma consciente. Se manifiestan en cambios fisiológicos como bombeo de más sangre a la extremidades (para huir), dilatación de pupilas (para ver mejor), entre otros.
Lo relevante es que el miedo puede surgir aunque el peligro sea imaginario y en ese caso, la angustia igualmente puede llegar a ser muy real. Se activan aunque no haya peligro y la persona siente miedo sin que exista un motivo claro para ello. O sea, estos miedos pueden interponerse en el disfrute de la vida y, en caso de ser excesivos, impedir una vida normal. Por ejemplo, pueden derivar en fobias o ataques de pánico. Como el miedo al comunismo. O a los inmigrantes…O a los negros. O a los pobres. O a quienes nos parecen distintos.
Experiencias de manipulación política a través del miedo hay muchas en la historia de la humanidad. El Ku Kux Klan la ejerció contra los negros en el racismo profundo de los años 50 y 60 en Estados Unidos. Joseph McCarthy impuso también en ese país el terror a figuras públicas por su supuesto comunismo y “traición a la Patria”, en los mismos tiempos. Los norteamericanos también han acudido a campañas del terror para desprestigiar primero a los rusos y luego a los árabes. Los nazis lo hicieron con los judíos y estos con los palestinos…Hay larga y variada data en esta práctica. Desde luego, Chile y su devenir político no ha estado exento de esta pesadilla.
Ideología del miedo
En el artículo “La ideología del miedo”, publicado el año 2011 por el diario español El País se señala que “el temor ha sido siempre uno de los aliados más fieles del poder, que intenta que la población viva inmersa en él”, precisando que “el miedo quebranta la resistencia, genera pánico y paraliza la disidencia; no hay poder en la Tierra que no haya confiado en alguna forma de terror”.
El diario enfatiza que, “como el miedo es omnipresente y está arraigado, produce desconfianza y conflicto con el ‘otro’, al que se atribuye la culpa de lo ocurrido o de lo que puede acontecer, y genera, por tanto, la necesidad de protegerse de él”. Concluye El País que la ideología del miedo “llega a través de sus transmisores, los ‘fabricantes de miedo’, muy vinculados en la contemporaneidad a los medios de comunicación de masas y a la información, comunicación y propaganda que se transmite instantáneamente a través de Internet”. Lo estamos viendo y viviendo a diario en la actual campaña de Kast…
Poco antes del Plebiscito de octubre del 2020, el periodista Rafael Sagredo de CIPER recordó en su reportaje “El miedo como práctica política en Chile” las diversas campañas del terror a través de las cuales se ha tratado de influir a los votantes en nuestro país. Según consignó, la primera vez que se utilizó el miedo como forma de manipular a los votantes fue en 1920, cuando los conservadores acusaron a Arturo Alessandri de “agitar resentimientos sociales, promover la revolución social y alentar los odios de clase”, puntualizando que “la imputación venía de la clase política tradicional, de la oligarquía en el poder que desde el siglo XIX controlaba el sistema político caracterizado como parlamentario”.
En las elecciones de 1938, donde se postuló Pedro Aguirre Cerda, del Frente Popular, como alternativa al poder de la derecha, representado por Gustavo Ross, la campaña desplegada instaló las dicotomías “evolución v/s revolución”, “orden v/s caos”, “libertad v/s totalitarismo”, un discurso que, según Sagredo, la derecha ha repetido muchas veces.
En esa elección, que ganó Aguirre Cerda por una mínima diferencia, Sagredo señala que “fue una nueva etapa en las campañas del terror, aunque con muchos más ingredientes” donde “aparecieron sistemáticamente por primera vez estos dos términos que marcarían la política chilena del siglo XX: derecha e izquierda”. A Aguirre Cerda se le calificó de “representante de la izquierda”, en un contexto de “fuerzas electorales nítidamente contrapuestas, elemento que se transformaría en una de las características de la lucha electoral que utilizó la campaña del terror como instrumento de proselitismo”. La polarización, continuó el periodista, “fue desde entonces una de las condiciones del uso del miedo como herramienta política”. También se instaló la permisividad de la sociedad. “Ésta estuvo dispuesta a aceptar y tolerar un lenguaje bastante violento y un libertinaje de las expresiones que tenían como objetivo fundamental disminuir sustancialmente la imagen del adversario político”. ¿Le suena conocido?
Prácticas conocidas
Otras campañas donde campeó el terror fueron las elecciones presidenciales de 1958 y 1964, donde se postuló Salvador Allende como alternativa al poder dominante. “En ambas elecciones los medios tuvieron una actuación determinante, pues se difundieron intensas campañas proselitistas en los periódicos y en las radios”, señala Sagredo.
Recuerda otro elemento inédito de la campaña de 1964: “el financiamiento externo de las campañas políticas y el uso de la televisión como elemento de propaganda”. Por entonces, “la dimensión internacional, la Guerra Fría, se utilizó para animar y estimular la sensibilidad anticomunista que la campaña del terror traspasó a la sociedad como miedo al comunismo representado por Allende”. Asimismo, “se promovió un tajante contraste entre el ‘bien’ y el ‘mal’, presentándose la elección como un verdadero plebiscito entre libertad y tiranía; democracia y totalitarismo; garantías políticas (Frei) versus opresión (Allende); progreso v/s decadencia; bienes, capitalismo y sociedad de mercado v/s confiscación, vejación y otra serie de calamidades”. ¿También le suena conocido?
Otro clarísimo caso del uso del miedo como herramienta electoral fue el plebiscito de 1988. “Las únicas opciones posibles fueron un SÍ y un NO, con todo el significado que estas palabras tienen para el común de las personas. Para las fuerzas que apoyaban el SÍ, y por lo tanto a Pinochet, el NO representaba el caos, la anarquía, el regreso a una época que todos repudiaban, y que no era otro que el pasado democrático del país asociado al régimen marxista de la Unidad Popular” dice el periodista de CIPER.
Los ejes de esa campaña son los mismos que hoy utiliza el candidato Kast. En 1988 se interpelaba a la ciudadanía diciéndole “Piénselo y decídase”, “aún es tiempo” (de optar por el SÍ). Hoy Kast usa el slogan “Atrévete”: “Atrévete a ir en contra de lo políticamente correcto, a desafiar el consenso establecido, a elegir lo que te convence y lo que quieres y no el mal menor, a proteger a tu familia, a defender la libertad, a restaurar el estado de derecho que hemos perdido, atrévete a izar nuestra bandera chilena, a cantar el himno nacional, atrévete, por Chile”, como señala un artículo de Emol a raíz del slogan.
Según Rafael Sagredo, “el miedo como instrumento de la lucha política chilena se encuentra en lo esencial asociado al temor de la derecha, a su desesperación frente a un futuro que aprecia como una fatalidad, también a una reacción motivada por su propia angustia ante el cambio y la pérdida del poder y de la cual también participan sectores de clase media”.
Nada nuevo bajo el sol. En la campaña de segunda vuelta donde se enfrentan Boric y Kast, la derecha sigue tratando de tapar con un dedo ese sol que nos permite ver con nitidez lo que nos gusta y lo que no nos gusta para nuestro futuro. Y frente a lo cual queremos, y debemos, elegir sin presiones y sin miedos.
Estamos a pocos días de ejercer nuestra voluntad democrática en una elección trascendental. Hagámoslo recordando que ninguno de los negros presagios en que se anclan las campañas del terror se ha cumplido. El triunfo del NO fue un retorno a la democracia y no la “caída al abismo del comunismo”. La elección de Lagos como primer presidente de izquierda tras el fin de la Dictadura no fue “la vuelta a la UP” sino un mandato donde se pudo gobernar en paz y cumplir el programa prometido. La elección de Michelle Bachelet como primera Presidenta socialista en Chile tampoco derivó en una “dictadura del proletariado” sino en un gobierno que, por sus méritos, fue reelecto más adelante.
No es cierto que Boric sea el candidato del “partido comunista”, como machaca la campaña del terror instalada otra vez por una derecha asustada y amenazante, que quiere que todo siga igual (para ella), o peor para quienes estamos con la opción contraria. No es cierto que los comunistas chilenos sean totalitarios. Han sido leales colaboradores de gobiernos democráticos y nunca han hecho una “desconocida”. No es cierto que con Boric habrá “violencia desatada”. Lo que es cierto es que hay una derecha neopinochetista que no se arrepiente de nada y que, para ganar, anuncia que apagará el fuego (que surgió de una sensación de injusticia ancestral), con bencina. Eso sí es peligroso y violento.
El miedo se derrota venciendo al miedo que nos fomentan e inoculan. Arrancando para adelante. Usando la razón y luchando contra los prejuicios que muchas veces nos contaminan. Dando una oportunidad a la esperanza, tan vapuleada en los últimos tiempos que nos ha tocado vivir, en medio de una pandemia que ya agota.
El miedo es útil frente al peligro, no frente a riesgos imaginarios que buscan hacernos “pisar el palito”. Vivir aterrados, con miedo a la libertad, a los caminos novedosos y a desafíos desconocidos, es insano. Debemos sacudirnos de la desesperanza y de la ignorancia y recuperar la valentía para atrevernos a decirle que no a quienes buscan mantenernos eternamente prisioneros de su sistema y sus reglas del juego. Es la hora de vencer el miedo.
