miércoles, mayo 1, 2024
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La Pandemia que Puso la Vida en Pausa

Crédito fotografía: Patricio Muñoz Moreno

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Si se piensa, todo hoy en día está supeditado al coronavirus. La vida es una gran pausa, en medio de un antes y un después de marzo del 2020. Actualmente, si nos regimos por años calendario, todos nuestros recuerdos se ubican ya en pandemia. Nos lo recuerda todos los días Facebook: ¿en qué estabas hace un año? Ya estábamos en Covid! La vida pareciera haberse detenido el primer día de la primera cuarentena de marzo de 2020.

Pero no es así tampoco. Porque la vida siempre se abre paso y debe continuar -a fuego lento o a borbotones-, a pesar de todo. Pero es una vida extraña, donde resaltan los contrastes más brutales en la forma de vivirla pero donde también todo parece girar en torno a lo mismo: el Covid.

Están quienes han visto cambiar muy poco sus rutinas porque se trata de aquellos que nunca, o casi nunca son tocados por las tragedias. Los que se suben primero a los botes salvavidas del Titanic, mientras otros son obligados a permanecer con llave en las bodegas del barco. O aquellos que, en Paris, siguieron comiendo en restaurantes de lujo, en medio del secretismo y la impunidad absoluta que permite el gran dinero. Hoy se supo de ello en la prensa  pero esas personas ya se saltaron la pesadilla del mundo real, de aquellos que se han debido alimentar en ollas comunes a lo largo y ancho del planeta. No están solo en Francia. Y desde luego, están también en Chile. Ellos viajaron, como siempre lo han hecho, todo el último año y –si uno se pone malicioso- se llega a pensar que nunca (hasta la brutal emergencia actual) se cerró el aeropuerto internacional de Santiago porque nuestra casta gobernante es de las que viaja, pase lo que pase, y estén pasando lo que estén pasando los ciudadanos de a pie.

No me cabe duda que este grupo debe haber mantenido sus hábitos y sus privilegios y que, desde luego, solo una ínfima parte de ellos puede haber sido descubierto en esos menesteres. No son de los que aparecen en “fiestas clandestinas”, acosados por carabineros y periodistas, arrancando de las cámaras de la tele. Incluso, el corona virus –si los tocó- debe haber sido más benigno con ellos, porque las “proteínas históricas” pareciera que ayudan a enfrentar mejor esta belicosa y traicionera enfermedad. Si no, baste mirar a un Trump o a un Bolsonaro contagiados y rápidamente recuperados…

Están también todos aquellos que vieron trastocadas sus rutinas y sus vidas cotidianas pero que han podido sobrevolar a cierta altura la pandemia.  Profesionales con teletrabajo, que han podido usar sus retiros del 10% para mejoras en su estándar de vida o para salir de deudas previas al Covid. Es cierto que este grupo se ha visto obligado a cambiar sus rutinas pero ha mantenido sus ingresos y no ha tenido sobresaltos ni amenazas laborales. Es el caso de quienes integran el mundo de los funcionarios públicos, los parlamentarios, los miembros del Poder Judicial, del Ejecutivo, entre otros. ¿Cómo puede realmente ponerse en el lugar de los peores afectados por esta pandemia un diputado que gana 7 millones de pesos al mes? ¿O un ministro que gana 9 millones y que, si lo cesan en su cargo, saltará a otro lugar de privilegio gracias e las redes del poder? Es difícil la empatía en este grupo, muy difícil…

Hay que reconocer que, para este segundo grupo, los cambios de rutina, el cierre de los colegios  de sus hijos, la sobrecarga de trabajo en la casa han sido una realidad. Pero todo es más suave y grácil con certidumbres económicas. Por último, parte de los retiros del 10% les han permitido adquirir algunas nuevas formas de entretención, o pagar actividades recreativas on-line. Y también vivieron la pausa del veraneo, con el gentil auspicio del Gobierno y sus permisos estivales. Las consecuencias prefirieron no ser advertidas por muchos porque, finalmente, lo comido y lo bailado no te lo quita nadie…

Finalmente, están todos aquellos a los que les tocó vivir la pandemia en tiempo real, en vivo y en directo, o como diríamos en buen chileno, “a sangre de pato”. Todos los que perdieron sus trabajos por la debacle económica, o fueron a dar a un subsidio de cesantía que fue poco y duró poco, y peor aún, que mermó los ahorros para nuevas cesantías. También se suman a este grupo quienes viven al día, pequeños comerciantes, pymes, peluqueros, barberos, productores de eventos, artistas, cineastas, trabajadores de la cultura, por nombrar a algunos rubros.  Miles, cientos de miles, millones de personas que entraron en cesación de ingresos por largos meses en el año 2020 y que, después de un respiro casi bendito por la instauración de la fase 3, pudieron rearmarse pero, con la segunda ola se “les apareció marzo” y la tragedia económica otra vez.  Personas, familias que esperan desesperadas las nuevas medidas económicas prometidas por el Gobierno, sabiendo de antemano que es poco lo que en realidad les llegará como ayuda, si es que les llega. Mientras tanto, los ministros de los 9 millones de sueldo ven las formas de gastar la menor plata posible en este grupo tan visible pero tan poco audible, sin mucho parlante para ser escuchado porque los micrófonos los tienen otros.

Hoyo económico

Se trata de un grupo que no sabe cómo saldrá del hoyo económico, como evitará el abismo, como evadirá la locura y sorteará las largas y lentas horas de la incertidumbre. Un grupo para el cual la vida en pandemia se hizo fantasmagórica. Una vida sin trabajo, sin ingresos fijos, con niños en hogares donde no hay las mínimas condiciones telestudio o recreación. En barrios donde la delincuencia campea, en sectores donde pocos se pueden ayudar entre sí porque todo escasea, en zonas donde enfermarse es ir a dar a un hospital colapsado, o a punto de estarlo, que no puede hacerse cargo de tu enfermedad si no se trata de Covid.

Es verdad que esa sensación de vida en pausa recorre a la inmensa mayoría de los chilenos porque de pronto todo se transformó en un monotema: el Covid. Prendes la televisión y no hay noticias más allá de la enfermedad y la pandemia, Mañana tarde y noche, con las notas de prensa repetidas una y mil veces. Las fiscalizaciones, las evasiones, las transgresiones al artículo 318, la Subsecretaria Martorell, la doctora Daza, el Covid más allá de las fronteras, las vacunas, las vacunaciones, etc., etc. Y no hay más noticias porque no hay mucho más ocurriendo, solo un poco de futbol, nacional e internacional, y mucha, mucha crónica roja. Pero ¿algún estreno, alguna obra de teatro, algún lanzamiento de libro, algún seminario? Inexistentes.

¿Cuánto tiempo estaremos en pausa? ¿Cuánto tiempo se puede estar en una pausa de este tipo? Es cierto que vivir una guerra es algo horrible y devastador. Pero al menos allí se actúa, ser trata de llevar a término el conflicto a la mayor brevedad, alguien debe ganar, alguien debe perder y ambos bandos tienen ese norte. Pero hoy se trata de un virus microscópico que tiene al mundo no solo paralizado sino aterrorizado, y no parece dar tregua.

Hay quienes sostienen que las pandemias no duran menos de 2 años. Pero también hay médicos que señalan que nunca en sus vidas se habían topado con una enfermedad tan traicionera e impredecible, y tan desconocida se puede agregar. ¿Cuándo nos soltará? ¿Cuándo dejará de apretarnos el cuello? ¿Cuándo dejara de ser una Espada de Damocles que nos puede caer en cualquier momento sobre la cabeza? ¿Cuándo el planeta podrá soltar sus amarras y volver a navegar? ¿Cuándo volveremos a poder relacionarnos los terrícolas? ¿Volveremos a ser los mismos? ¿Cómo saldremos después de este largo y difícil trance?

Preguntan que nos rondan, que nos agobian, que nos ahogan día a día, sin saber cuándo finalmente se soltará la tecla de la pausa…

Patricia Collyer
Patricia Collyer
Periodista y Psicóloga.

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