Periodista y Psicóloga.
La psicología diferencia con un ejemplo práctico al neurótico del psicótico. El primero dice que “es como si escucho voces”, pero en realidad no las escucha; el segundo asevera “escucho voces”. Y las escucha.
Y Chile es un país neurótico -con tal fama mundial incluso reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS)- porque acá lo que abunda es el “como si” que, en realidad, no es tal. Como si fuéramos tolerantes y nuestro deporte nacional es pelar. Como si fuéramos transparentes y costó décadas sacar una ley de divorcio que permitiera separarse y no “anular” los matrimonios fracasados aduciendo supuestos errores formales al momento de casarnos. Como si fuéramos solidarios y la generosidad con desconocidos solo la practicamos una vez al año con la Teletón. Como si no fuéramos racistas o clasistas y lo primero que preguntamos es “¿dónde vives?”, “¿qué haces?”. Más bien, somos una versión solapada de aquella canción de los años 60 “Que se mueran los feos” (y los indios, y los negros, y los pobres, en fin…). Como si fuéramos patriotas, y lo primero que hacen los patriotas ABC1 es (aun en pandemia) ir a comprar a Miami en malls donde campea lo chino, igual que en Chile, o agarrar sus bienes para instalarse en esa misma ciudad, incluso pidiendo la nacionalidad gringa.
En Chile, todo (o mucho) es “como si”. Como si el Estado ayudara a la gente en la pandemia del Coronavirus, pero en realidad es la propia gente la que se ayuda a sí misma, con sus ahorros para los eventuales periodos de cesantía y/o para la vejez. Como si nos importara la “vida del que está por nacer”, pero cuando nace, ya no nos importa si vive en la miseria, con padres drogadictos o traficantes, a merced de la calle y el abandono. Como si esos mismos que reniegan del aborto libre, no se los hicieran en clínicas elegantes (decirlo le costó a una exministra de Salud el cargo), o viajaran a países donde es practicable. Como si todos tuvieran las mismas opciones para optar a un cargo, pero sabiendo que aquellos con “buen shampoo” tienen las mejores opciones. Es decir, aquellos que tienen “buena apariencia” -porque así le llaman a ser altos, rubios y de ojos azules-, que vienen de colegios de pago y de barrios cercanos a la cota mil.
Chile es un país que llama “conflictivos” a quienes dialogan y discrepan y que considera a los argentinos “creídos” porque defienden sus puntos de vista en forma directa y categórica.
En Chile también es como si practicáramos el pluralismo informativo pero en realidad, nos rige la pauta informativa diaria de un par de medios poderosos, que defienden a su clase contra viento y marea.
Desde las últimas elecciones de Estados Unidos, uno está mirando en forma cotidiana la red CNN en su versión original y se encuentra con otro mundo periodístico. Uno donde los hombres y mujeres anclas no tienen pelos en la lengua para decir lo que piensan, lanzándole tres y hasta diez verdades al Presidente saliente. Sorprende ese estilo poco ceñido a normas y estereotipos, tan distinto al de periodistas chilenos que juegan a la “objetividad” pero que más bien tratan de “no mojarse el potito”.
Quizá, solo después del estallido de octubre de 2019, en nuestro país los “rostros” de la televisión y las voces de la radio se las jugaron y se salieron del como si. Porque ya no hubo caso de mantenerse neutrales (como si lo hubieran sido alguna vez). Y entonces hasta los más impensados se sumaron a la corriente de decir (un poco, al menos) lo que pensaban, clamando por más justicia.
En el Chile del como si, “nadie vio venir” la explosión del año 2019. Claro, porque nadie en el poder se cuestionó el “como si” es posible vivir con 315.000 pesos mensuales, cuando en una familia de 4 o más personas es imposible. Nadie se cuestionó el “como si” los niños tenían educación gratuita por ley durante 12 años, cuando la verdad era que solo la tenían de calidad los de colegios pagados y bien pagados, mientras los estudiantes de colegios municipalizados salían a salir a pelear su futuro mucho peor parados.
En el Chile del “como si” se supone que todos tenemos acceso a la salud, pero nadie quiere ver que la verdad es que solo aquellos que pueden pagar pueden atenderse en forma oportuna, lo que en materia sanitaria es algo crucial.
En el país del como si todos tenemos derecho a la vivienda pero la verdad es que solo muy pocos tienen derecho a una vivienda digna, con metraje suficiente, con áreas verdes, con centros comerciales y locomoción cerca. El resto, deberá conformarse con una vivienda son subsidio estatal, en los extramuros de la ciudad (donde los situó Pinochet y sus planificadores urbanos), en barrios feos y sin árboles, donde las micros pasan cada media hora y los trabajadores demoran más de dos horas en llegar a sus labores.
En el país del “como si” supuestamente se apoya al deporte pero, en realidad, los muchachos o muchachas que tienen aptitudes se deben rascar con sus uñas porque las políticas y los fondos estatales son escasos, o se pierden entre algunas manos por las que pasan.
En el país del “como si”, las medidas sanitarias para frenar el Covid son como si fueran para todos iguales pero, desde luego, no es tal. Hay quienes las esquivan yéndose en aviones llenos al extranjero mientras la mayoría, las debe sufrir en Santiago y, a lo más, en Cartagena, en balnearios repletos. Pero lo más asombroso en este ámbito es el “como si” que ejercen las autoridades para supuestamente proteger a los ciudadanos. Como si somos estrictos porque clausuramos bancos y juegos infantiles en las plazas, pero dejamos a miles viajar en metro sin siquiera poner alcohol gel al ingreso o regalar alguna mascarilla, al menos para hacer la parada… O prohíben que la gente tome aire en la noche pero hay mano súper blanda para los “carretes” de niños bien.
En el país del “como si” protegemos la salud cerrando cines y prohibiendo espectáculos culturales en vivo pero dejamos hacer al retail lo que se le antoje. También transmitimos que somos muy cuidadosos frente al virus porque los animadores de la tele se ponen extraños escudos faciales pero, al mismo tiempo, no se realiza campaña comunicacional alguna que explique realmente de que se trata todo esta pandemia.
En fin. Un país que finalmente vota 80 a 20 en favor de cambios drásticos pero que, a la hora de los quiubos, lesiona gravemente las oportunidades de candidatos independientes para salir electos. Es decir, como si fuera democrático pero que, realmente, no lo es. Y que, en el fondo, no le interesa serlo porque sus reales dueños están felices en esta tierra del “como si”, donde hacen creer a todo el resto que también son propietarios de la felicidad, la libertad y los sueños y que pueden diseñar su destino, pero que de verdad, nunca (o no muy pronto) podrán hacerlo. Al menos, mientras no se rebelen contra el “como si” que dice que Chile es un país puro que tiene el cielo azulado (por lo menos, no el de Santiago) y que es la copia feliz del Edén.
