miércoles, mayo 1, 2024
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El cóndor ya vuela poco en Chile: ¿Se extingue la mitad del escudo nacional?

Foto de Jean Vella en Unsplash

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“Yo confieso mi escaso amor por el cóndor, que, al fin, es solamente un hermoso buitre. Sin embargo, yo le he visto el más limpio vuelo sobre la Cordillera. Me rompe la emoción el acordarme de que su gran parábola no tiene más causa que la carroña tendida en una quebrada”. “Menos cóndor y más huemul”. Gabriela Mistral. El Mercurio, 11 de julio de 1925.

El cóndor, dueño y señor del cielo chileno y animal heráldico en el escudo nacional, pareciera estar librado a un triste destino. Aunque fue incorporado al escudo nacional en 1832, por el militar y pintor británico radicado en Chile, Charles Wood Taylor ha sido poco estudiado y cuidado solamente, por algunos/as académicos y filántropos conservacionistas. El actual escudo nacional, cuya frase original en tiempos de Carrera era “O por consejo o por la espada”, fue aprobado legalmente en 1834 por el Congreso Nacional, junto a otros dos símbolos patrios más: la actual bandera y el himno nacional. Sin embargo, al igual que su colega de escudo, el huemul, está en un solitario proceso de extinción. El año 2006 el presidente Ricardo Lagos, en un acto de conservación sin consecuencias prácticas, lo declaró Monumento Natural junto a otras especies animales chilenas. Son los símbolos de la patria, usados con fervor en el discurso cívico y militar, pero sin cambios en su descendente trayectoria de vida, condenados a su desaparición.

Según algunos, esta ave es un poderoso símbolo de las culturas andinas. Como tal, los pueblos originarios de la cordillera de Los Andes desde Venezuela hasta el Cabo de Hornos, siete países, han convivido desde tiempos inmemoriales con sus parábolas limpiadoras de carroña, como diría la Mistral. Pero hay que ir más allá de la poetisa y del significado de su nombre, para entender la situación actual del buitre heráldico.

El cóndor es una rara avis. Primero, porque vive en las inaccesibles alturas, en escarpadas montañas andinas, donde es casi imposible sin ser experimentado escalador, tocar un huevo o un pichón en su nido. Allí construyen nidos rústicos y tienen dormideros. Así toma distancia de los humanos, mira desde las alturas, escudriña con su fina vista todo lo que se mueve milimétricamente en la superficie de la tierra. La enorme envergadura de sus alas, que alcanza los 3 metros veinte centímetros en un macho adulto, le otorga la capacidad de planear a grandes alturas, usando las corrientes de aire con un mínimo gasto de energía. Así, planea durante horas recorriendo diariamente unos doscientos kilómetros tras la comida. Hasta ahora, ni los más sofisticados drones humanos alcanzan tamaña eficiencia: volar mucho con muy poco combustible.

A la llegada de los españoles a Chile, los cóndores estaban en un delicado equilibrio entre su población y la comida disponible. Como se sabe, en la Naturaleza cualquier cadáver demora muy poco en ser comido por los más distintos animales, por lo cual siempre la pronta llegada al lugar de los hechos es una enorme ventaja. Así, la altura y la fina vista son elementos de gran valor para ello. Algunos relatos dicen que hasta entrado el siglo XIX los cóndores eran muy numerosos en la costa chilena y era frecuente verlos aprovechando la abundante carroña de cetáceos y lobos marinos que la mar traía a tierra.

Carroña de los cóndores

Pero la Colonia vino a alterar su frugal dieta andina, conformada por cadáveres de guanacos, huemules, cetáceos y mamíferos marinos. Los nuevos animales, traídos desde la península ibérica, pasaron a engrosar gratamente la provisión de carroña de los cóndores. Vacas, caballos, burros, ovejas, cerdos y cabras multiplicaron generosamente la oferta de comida. Entonces desarrolló una gran cercanía con el ganado doméstico más suculento que sus presas silvestres. Casi al unísono comenzó su implacable caza, bajo el mito de que éstos cazaban terneros, corderitos, potrillos y otros animales. Los antiguos pobladores del campo decían que estos partían comiéndoles tejidos blandos tales como los ojos, la lengua y el ano para terminar con las partes más finas. Durante varios siglos, la ganadería cordillerana fue abundante y los cóndores crecieron a su sombra. Así, fue fácil alimentarse para un ave que no tiene patas con uñas y tampoco la habilidad cazadora de las rapaces, adaptadas para veloces vuelos y para levantar sus presas con sus garras. El cóndor no puede cazar y está destinado solo al acecho y a carroñar pasivamente. Hay un bajo gasto energético en obtener el alimento de una presa muerta y no a partir de una fatigosa lucha y captura que no siempre es exitosa. En este carroñeo le acompaña su carencia de olfato, que lo hace inmune al estado de descomposición de los cadáveres.

Con la declinación de la ganadería cordillerana en los Andes, ocurrida durante el siglo XX, los animales domésticos de montaña fueron sustituidos por sistemas de cría de ganado más intensivas, esta vez ubicada en los valles. A su vez, la pérdida de vegas y veranadas de altura debido al Cambio climático, hizo que la oferta de alimento para los cóndores comenzara a decaer notablemente. Este proceso actualmente está presente en todos los Andes americanos. En Chile, una de las ganaderías que más ha caído en las dos últimas décadas es la de llamas y alpacas en la zona norte y la ganadería cordillerana. El esplendor de carroña de los siglos pasados ha dado paso así a una extrema escasez de comida. De igual forma, el hábitat del cóndor, ha sido brutalmente intervenido por explotaciones mineras, caminos, líneas de alta tensión, tráfico aéreo y terrestre, arrinconándolo a unos pocos lugares donde todavía les es tolerable vivir. Es así que una de sus amenazas más relevantes es la feroz competencia que despliegan contra ellos los perros asilvestrados hijos de la tenencia irresponsable. En todos los Andes, incluyendo Chile, estos animales desplazan agresivamente a los cóndores de la carroña no permitiéndole comer. Aunque su área de distribución ha disminuido muy poco espacialmente, sí lo ha hecho la calidad de su hábitat. Chile y Argentina tienen el 66% de toda el área histórica de distribución del cóndor en América del Sur. Es así que en 19 áreas protegidas por CONAF aún quedan importantes condoreras que son vigiladas, pero a pesar de esto, el problema actual más apremiante para esta ave es el hambre. No es raro ver a cóndores, acechar barbacoas de casas enclavadas en la precordillera de Santiago, a la espera de levantar de ellas, un sabroso trozo de carne. La empresa KDM, que trata residuos domiciliarios en Santiago, contabilizó 150 cóndores en sus rellenos sanitarios donde estos comen aves, perros, gatos y cualquier animal muerto, sucediendo entre julio y diciembre, período de máxima hambre del carroñero. También algunas empresas han comenzado a alimentarlos en los meses de hambre. Los ganaderos inescrupulosos, envenenan vacas muertas en la cordillera con el fin de matar a perros asilvestrados y zorros que acosan a sus animales, pero la avidez de apetito y hambre de los cóndores ha llevado a merodear duramente al ganado, y finalmente, cuando están muertos, consumir carne envenenada.

Alsino y el Cóndor

¡Qué denigrante destino del símbolo patrio! Mueren en grupos numerosos porque son animales que carroñean socialmente. Perú, Argentina y Ecuador tienen numerosos casos de estas masivas matanzas que han sido duramente repudiadas. Es el veneno como respuesta al mito de que son depredadores de animales y que en algún tiempo remoto raptaron a Alsino, el bello y triste personaje de la monumental novela de Pedro Prado, Alsino y el Cóndor, y que fuera rodada como película en Nicaragua por Miguel Littin.

La evolución biológica parece haberles dado a los cóndores un precario sitio en la Naturaleza porque tiene algunas características que lo hacen de incierto destino. Por ejemplo, además de que no tienen garras ni cazan, las hembras adultas ponen solo un huevo cada dos o tres años por pareja, nidada de la cual una vez incubado, sobrevive solo el 75% de crías. A los siete años de trabajoso cuidado de ambos padres esta cría se independiza habiendo adquirido su madurez sexual, logrando el típico plumaje negro y blanco. Los padres son monógamos de por vida. Al contrario de otros animales que tienen numerosa descendencia y una alta plasticidad biológica que les da una gran capacidad adaptativa, los cóndores parecieran estar en desventaja evolutiva.

Esta pequeña vis vitalis que tienen hace de ellos una población animal muy sensible y de gran cuidado. Actualmente, algunos estudiosos señalan que, entre Argentina y Chile, no quedan más que 2.000 ejemplares. De igual forma, a nivel de toda su área actual de distribución en América, quedarían solamente unos 6.700 ejemplares. De allí que la preocupación por ellos haya aumentado. Algunos centros de rescate acogen a cóndores heridos, o envenenados, los rehabilitan y después los reintroducen al medio natural. El año 2001 se liberó un cóndor que fue repatriado desde Cuba. Este era hijo de una pareja de cóndores obsequiada por Salvador Allende a Fidel Castro y que permanecían en el Zoológico de la Habana. “Che”, como fue bautizado, volvió a la tierra de sus padres para volar libre en la Cordillera de los Andes, pero después de liberado fue víctima de un cazador, quien le dio muerte con más de 28 perdigones en la cabeza y cuello.

Estudios sobre la viabilidad del cóndor en Chile, señalan que lo que más está afectándoles actualmente, disminuyendo su abundancia, es la carencia de alimento. En las actuales circunstancias en que la fauna silvestre chilena es menos abundante en la cordillera y en que el ganado doméstico tiende a disminuir allí en cerca del 40% en las últimas décadas, al parecer la abundancia del cóndor seguirá cayendo. El estado de la especie sin duda requiere una política y acción vigorosa del Estado para estabilizar esta caída, lo cual pasa por proteger efectivamente los Unidades de Conservación del Cóndor Andino, espacios territoriales ya identificados en Chile, pero sin manejo. De igual forma urge el control de los perros asilvestrados. A su vez, es necesario intensificar la producción de cóndores para repoblamiento, mediante incubación y cría artificial, temas sobre los cuales hay exitosas experiencias. Sin embargo, el tema de la alimentación asistida en los meses de hambre es algo aún polémico entre algunos. El punto en discusión es si los humanos deben o no subsidiar la viabilidad de especies de animales silvestres en el medio natural. Sin una política pública vigorosa de protección y conservación es probable que el cóndor llegue a poblaciones mínimas y se desencadene en un par de décadas, un vórtice de extinción final, extinguiéndose así la mitad del escudo nacional. Por ahora el cóndor ya vuela poco y lastimosamente en Chile. El Estado y la ciudadanía tienen la palabra.

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