Guillermo Williamson Castro, Doctor en Educación y Académico Universidad de La Frontera.
Volviendo a clases: se inicia el año escolar después de que la Ministra de Educación recorrió el país durante las vacaciones para explicar sus propuestas educacionales, particularmente la de “Admisión Justa” que quiere cambiar la Ley de Inclusión y reintegrar el criterio de selección en ella… un extraño recorrido ideológico entre amigos y para la prensa, mientras sostenedores, directivos, profesores, familias, apoderados y estudiantes hacían uso del legítimo derecho humano al ocio, al descanso, al compartir entre amigos y familiares (si es que sujetos como cualquier Pérez Cruz del Lago Ranco no se lo echa a perder).
El sentido del viaje no era práctico: no estaban activos los principales actores de la educación, entonces ¿para qué?… para preparar un escenario político e ideológico ante los proyectos de ley educacionales que prepara el gobierno o proyectos de la oposición: dar contenido educacional a la prensa conservadora, asegurar a las elites que se empiezan a cambiar las leyes inclusivas, fortalecer la base política local de los colegios privados y sostenedores particulares ante las elecciones próximas, plantear a la comunidad educacional y académica regional y nacional que proponen un proyecto educativo público ni socializador ni igualitario, tratar de que la Ley no llegue a aplicarse en la Región Metropolitana.
Sin duda que el gobierno que sea tiene la obligación de informar a las comunidades educativas sus propuestas políticas, no sólo es legítimo, es o debería ser una condición democrática de los procesos de diseño, debate y aprobación de leyes, pero cuando haya gente y los establecimientos no se encuentran cerrados. Extraño viaje el de la Ministra a regiones: analicemos sus palabras en El Heraldo de Linares (13.02.19. p.7).
Repite consignas en todo el país: no hay una preocupación por cada niño de manera individual… detrás de su familia hay una historia, una tradición que no se valora con la modalidad actual…. El sistema es ciego y sólo ve el RUT del niño, no sus características personales ni sus sueños, no ve su trayectoria ni su historia…. la mamá ve las necesidades de su hijo… los padres quieren a lo más dos colegios, el sistema les obliga a poner todas las opciones y los padres rellenan todas para no quedarse sin colegio, luego se frustran al no quedar en el colegio que quieren. Anuncia que quieren cambiar la ley para mejorarla pues para “las familias de esfuerzo y de clase media que tienen a sus hijos en la educación pública, les está quitando opciones y no aumentando opciones.”
En redes sociales y declaraciones hay críticas que acusan a la Ministra de mentir para afirmar sus consignas ideológicas y políticas, por ejemplo, acusar el uso de “tómbolas”. No evaluaremos estas opiniones, analizaremos su discurso. Veamos sus consignas.
El nuevo sistema, contrario a lo que plantea la Ministra, lo que hace es precisamente dar y ampliar opciones a cada alumno respetando su derecho individual: ahora “el pituto” tan chileno y clasista no funciona, cada niño(a) tiene la misma opción de postular al colegio que quiere: el 80% de los postulantes quedó en un colegio que les satisface, aunque la Ministra se centre en el otro 20% sobre el cual no existe mayor información cualitativa.
Efectivamente el sistema de admisión no reconoce la historia de la familia, al menos como lo plantea la Ministra, es decir, contribuye a que no se reproduzca una educación clasista, donde la historia de clase de una familia se reproduce necesariamente sin que implique un salto adelante. Con el actual sistema de admisión las familias optan por establecimientos que responden a sus intereses, a sus territorios de vida, a sus culturas.
Respecto de las tradiciones, muchas de las familias trabajadoras de clase media o pobres que van a la escuela no tienen la misma noción de “tradición” conservadora de la Ministra, la tradición e historia de la generación anterior a los estudiantes o sus padres es una historia de pobreza, exclusión, analfabetismo por el carácter selectivo, excluyente y desigual del modelo educativo instalado en 1980 y que, con mucho esfuerzo se ha ido democratizando desde 1990.
Los valores de las tradiciones y creencias de las familias por una parte no se juegan en el proceso de selección pues el sistema educacional público es secular, pero por otra, el modelo de admisión antiguo ni el curriculum ni pedagogía no ha reconocido la tradición cultural indígena, rural, poblacional, obrera, de las clase media trabajadora.
Luego afirma que el sistema sólo considera el RUT y no la historia del niño: justamente es lo que busca el sistema, una admisión justa de verdad, transparente, anónima, libre, que asegure a cada niño, niña y joven y su familia la misma opción de entrar al establecimiento de su interés, sin “pitutos”, sin que lo seleccionen por información de terceros respecto de él, ella o su familia, sin que evalúen su condición religiosa, étnica, legal, cultural, social para admitirlo en el establecimiento… como lo hacen colegios privados que exigen pertenecer a una religión dada, padres casados legalmente, vivir en barrios “buenos”, no ser hijos de madres solteras y así… ni que rechacen a niños o niñas con capacidades diferentes o diversidad de géneros. Esto es admisión justa de verdad.
Los cupos siempre serán limitados, siempre habrá familias que queden contentas y otras que no: no caben todos en el mismo establecimiento, hay un tope físico. Los colegios bicentenario, por su modelo, dejan miles de familias en el camino durante el proceso de selección fuera de la posibilidad de ser admitidos: es la tragedia que tiene el modelo en su ADN, va expulsando a “los peores” para dejar “los mejores”, generando frustraciones profundas en las familias de esfuerzo pero que provienen de colegios de baja calidad en logros formales de aprendizaje ¿y eso se quiere masificar? Como dice el refrán popular: “que Dios nos pille confesados”.
El Subsecretario de Educación ha planteado que hay más de 80.000 jóvenes fuera del sistema escolar ¿y porqué no están? ¿Querían un Liceo, no quedaron matriculados en él, se frustraron y abandonaron el sistema? Nada más distante de la realidad. El sistema que teniendo resultados interesantes y en progreso gracias a los esfuerzos de las políticas iniciadas en 1990 no puede superar la discriminación, exclusión, segregación que terminan en expulsiones pues, en la esencia del modelo educativo, está la desigualdad: su alma es el dinero y la competencia.
Además, hay un dato importante a considerar: la lectura de la Ministra es la de quien ve el mundo urbano, de Santiago o ciudades medianas … en los pueblos, villorrios, caletas, campos hay sólo una escuela o Liceo y la opción de elegir simplemente no existe, por ello, su discurso es centralista, aunque hable en regiones es excluyente respecto de una parte significativa de la población escolar de Chile que no ha tenido ni tiene opción de elegir y frente a lo que se enmudece; nada se dice por los colegios particulares subvencionados que, acudiendo a incentivos, trasladan niños y niñas desde lejanas ciudades o campos para funcionar, sin que la calidad, la libertad de elegir, el proyecto educativo sean el motivo de decisión, sino resolver temas de pobreza.
La que se frustra no es la minoría que no queda en el colegio que quería, pues sabe que, en jerga chilena “son las reglas de juego”, sino esos miles de niños, niñas y jóvenes que, más allá de los esfuerzos de sus familias, de ellos, de las organizaciones sociales y políticas que apoyan la equidad en la sociedad, no tienen opción de acceder a una buena educación, estén donde estén, ojala cerca de sus territorios y hogares, pues el modelo está fallado y termina expulsándolos del sistema. El resto es discurso: que se ofrezca educación buena, justa, integral, con proyección, para todas las familias, vivan donde vivan y entonces el colegio al que ingresen, sea el que sea, va a ser considerado un buen colegio. Es la cuestión central.
El discurso del mérito puede tener cierto valor social, pero ¿Qué se entiende por mérito? ¿Esfuerzo o notas? ¿Talentos destacados o estudiantes “que saben mucho”? ¿Alumnos Humanistas-científicos o técnico-profesionales? Esta es una cuestión que está en el trasfondo del discurso: controlar la formación ideológica, cultural y de competencias laborales de las elites nacionales (en Santiago) y regionales, a través del control más directo, en base a incentivos asociados a metas y logros. La admisión universal, anónima, justa y técnica democratiza la educación pública y ofrece opción de ingreso a todos(as) a los establecimientos educacionales. La “admisión justa” (aunque sea a un 30% de postulantes) apunta a asegurar el control sobre la formación de la elite dirigente del país y regiones, agentes políticos fundamentales para asegurar ideológica y técnicamente el modelo económico y cultural de la sociedad actual.
La Ley de Admisión Justa, se separe o no en dos proyectos de ley, en sus propósitos y contenidos busca cambiar la Ley de Inclusión al colocar requisitos a la admisión, por ello es injusta y al seleccionar implica un retroceso, consolida un modelo educativo fracasado que se trata de salvar promoviendo la formación de las élites controladas por el poder dominante de la sociedad. El discurso ministerial refuerza la dimensión conservadora del modelo educacional que la modalidad actual va cambiando progresivamente, para así establecer una cabeza de playa para el cambio a la Ley de Inclusión en particular y la Reforma Educativa en general y así “separar la paja del trigo”.
